Política fiscal discrecional
Se denomina política fiscal discrecional a las medidas que ponen en marcha los gobiernos para influir tanto en los gastos como en los ingresos públicos.
Este tipo de políticas tienen efectos sobre la demanda agregada, pudiendo contraerla o expandirla. Si la política fiscal se implementa para incrementar la producción y, por tanto, el crecimiento económico de un país, hablaremos de políticas expansivas. Si, por el contrario, se emplean para combatir la inflación, estaremos ante políticas contractivas.
Los instrumentos que comprenden la política fiscal discrecional son el gasto público y los impuestos.
Cabe señalar que este tipo de políticas tuvieron su auge en el siglo XX, tras la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, cuando se consolidaron las ideas keynesianas. Y es que, según Keynes, en tiempos de crisis económica, el Estado debía acudir a estimular la demanda agregada para revitalizar la economía.
Política fiscal discrecional expansiva
El Producto Interior Bruto, como indicador que mide el crecimiento económico, se calcula sumando el consumo de las economías domésticas, la inversión privada, el gasto público y la diferencia entre exportaciones e importaciones (exportaciones netas).
Así, si el gobierno desea estimular la economía, podrá actuar sobre dos componentes del PIB: el gasto público y, de manera indirecta, los impuestos, que repercuten sobre el consumo. Para ello, el gobierno pondrá en marcha bajadas de impuestos e incrementará el gasto público.
Queda claro que, a menor nivel de impuestos, mayor será el consumo de las economías domésticas.
Pero, por lo que respecta al incremento del gasto público, ¿cuáles serán las líneas de actuación del gobierno? Para impulsar la economía, los gobiernos pondrán en marcha programas de obras públicas para mejorar las infraestructuras, incrementarán las transferencias para los grupos de población económicamente más vulnerables y gastará más en programas de empleo y formación.
Si bien la política expansiva contribuye a estimular la economía, puede generar efectos indeseados. En este sentido, el aumento del gasto público y la reducción de ingresos vía recortes fiscales, pueden traer consigo déficits presupuestarios que incrementen el endeudamiento del Estado.
Política fiscal discrecional contractiva
Si las medidas de expansión pasan por un aumento del gasto público y una disminución de la carga impositiva, las políticas contractivas se aplican en sentido contrario. Así, la política fiscal contractiva puede resultar de utilidad a la hora de combatir la inflación.
En este caso, se busca deprimir la economía para hacer retornar los precios a unos niveles estables. En esta ocasión, el gobierno tratará de contraer la demanda agregada. Para ello se llevan a cabo subidas de impuestos que disminuye la renta disponible de los ciudadanos y, por tanto, cae el consumo privado.
Desde el punto de vista del sector público se aplican recortes de gasto público, que pueden resultar polémicos cuando afectan a partidas sociales como sanidad y educación.
Utilidad
La política fiscal discrecional permite actuar de emergencia a los gobiernos para sostener la economía en situaciones excepcionalmente graves como guerras, pandemias o catástrofes. Asimismo, las transferencias ayudan a las clases sociales más desfavorecidas y contribuye a financiar unas infraestructuras que modernicen el país y que mejoren las comunicaciones.
Sin embargo, pese a que la política fiscal discrecional es un potente instrumento para abordar crisis económicas, existen críticas a este tipo de medidas. La primera de ellas es que los efectos que se pretenden no se producen inmediatamente.
Un claro ejemplo sería el New Deal, donde las políticas expansivas del gobierno estadounidense contribuyeron a revitalizar la economía tras la Gran Depresión, aunque no resolvieron del todo el daño causado por aquella terrible recesión.
En segundo lugar, las políticas fiscales discrecionales suelen considerarse como un elemento difícil de mantener a largo plazo. En este sentido, hay que tener en cuenta la carga que supone para el erario público el hecho de sostener un gasto público elevado y renunciar a sustanciosos ingresos públicos. De hecho, todo ello puede provocar déficit presupuestario y, a la larga, incrementar considerablemente el endeudamiento de un país.