Yanis Varoufakis, nacido en 1961 en la ciudad de Atenas, es uno de los economistas griegos más influyentes. Ante todo, es un hombre polifacético, pues es economista, escritor, bloguero, profesor y catedrático universitario. Se formó como economista en la Universidad de Essex, donde logró su doctorado. Ha impartido clases en diversas universidades como: Cambridge, Anglia del Este, Glasgow, Sidney o la Universidad de Atenas.
Más allá de su trayectoria como docente, se incorporó al mundo de la política de la mano del partido griego Syriza. Con la victoria electoral de Syriza fue nombrado ministro de finanzas del gobierno griego en 2015. Sin embargo, solo estuvo unos meses en el cargo, pues dimitió el 6 de julio de 2015.
A lo largo de su carrera como economista, Varoufakis ha participado en numerosos debates sobre el modo en que han afectado las crisis económicas a Europa, el euro y la profunda crisis económica mundial que tuvo lugar entre 2008 y 2012.
Durante su paso por el gobierno griego, se opuso firmemente a las medidas de austeridad impuestas desde el Fondo Monetario Internacional y las instituciones europeas. No obstante, cuando el primer ministro griego Tsipras aceptó las demandas impuestas por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional, abandonó su cargo como ministro de finanzas.
El pensamiento económico de Varoufakis
Sobre los mercados, Varoufakis opina que son una esfera para el intercambio y que no son el fiel reflejo de la economía real. Por ello, no hay que confundir mercados con economía. Así pues, según Varoufakis, es necesario que la economía produzca.
El precio y el valor
Especial atención merecen las teorías de Varoufakis sobre el precio y el valor. En este sentido, hay que entender que bienes y mercancías no son lo mismo. Así, existe la tendencia en la sociedad a medir todo en función de su valor de cambio. Por tanto, se dice que algo no tiene valor, cuando no se puede obtener un beneficio por su venta. Pues bien, Varoufakis establece que estas consideraciones están equivocadas. No es la posibilidad de vender con beneficio lo que le otorga valor a una cosa.
Beneficio y deuda
Sus ideas sobre el beneficio y la deuda son una reflexión de gran interés para los economistas. Varoufakis sostiene que la deuda es el elemento clave en la obtención del beneficio. Por tanto, la deuda es necesaria para mantener una sociedad con una economía de mercado. No obstante, esta forma de crear riqueza también puede causar pobreza.
En una situación de crisis financiera, afirma Varoufakis, solo la intervención del estado podrá poner remedio. El problema según Varoufakis es que, si el banquero sabe que, en cualquier caso, el estado siempre estará ahí para rescatarle, éste continuará concediendo préstamos sin detenerse. Por ello, Varoufakis es partidario de que en las crisis financieras se salve a los bancos, pero no a los banqueros. El problema de rescatar a la banca, es que para ello se emplean recursos públicos que disminuirán las partidas destinadas a los sectores más débiles de la población. Todo, en aras de pagar los intereses de los acreedores.
Respecto a la banca y a las élites económicas, el economista griego establece que estos no quieren perder su poderío económico, por lo que harán todo lo posible por pagar la menor cantidad de impuestos posible. Por tanto, ante la falta de ingresos fiscales, aumentará el déficit público. Para financiar ese déficit será necesario recurrir al endeudamiento. De este modo, la banca, prestando dinero al estado, ve su posición fortalecida, pues se enriquece a costa de los intereses de la deuda.
Las máquinas en la economía
Varoufakis tampoco se olvida del papel de las máquinas en la economía. En este sentido advierte de los riesgos que conlleva el desarrollo tecnológico. La creación de nuevas máquinas no libera a la humanidad del trabajo, sino que, si no somos conscientes del impacto del desarrollo tecnológico, podemos quedar esclavizados.
Argumenta Varoufakis que una sociedad en la que no se valore el elemento humano en la producción no tiene sentido. Y es que, sin el hombre, el valor de mercado es absurdo.