Por primera vez en un año, los precios del petróleo se aproximan a los 60 dólares el barril. Un crecimiento muy destacable en tan solo cuatro meses, que amenaza a la recuperación económica.
La última vez que centramos la mirada en el petróleo, y atendiendo a su evolución, debemos recordar que hablábamos de un escenario en el que, en plena pandemia, los futuros sobre barriles de petróleo crudo cotizaban en negativo por primera vez en su historia. El desfase ocasionado por la pandemia, muy visual en el análisis (aquí) que ofrecían los compañeros José Francisco López y Andrés Sevilla de la oferta y la demanda, provocó algo que jamás había ocurrido. Una situación en la que los productores, o traders, pagaban a los compradores para que “les quitasen el petróleo de las manos”.
Como decíamos, la paralización que vivía la economía en 2020 por la pandemia hace preciso ojear los libros de historia para encontrar precedentes, en tiempos de guerra, en los que se haya producido una paralización similar. Esta situación obligó a los países productores de petróleo, los cuales conforman el cartel que denominamos OPEP, a reducir la producción para alcanzar un equilibrio de mercado y, de esta manera, contener los precios. Sin embargo, el recorte aplicado, de -9,7 millones de barriles diarios, no pudo ajustarse con una demanda que, de acuerdo con The Economist, se redujo en -29 millones al día.
Esta situación provocó una caída en picado en los precios del barril, al caer la demanda, como bien definían los compañeros, en más de un tercio a nivel mundial; no pudiendo ajustarse, posteriormente, la relación entre las fuerzas. Sin embargo, la reanudación de la actividad económica en las últimas semanas, junto con la reducción de la oferta, ha provocado que el precio del barril, se aproxime a los 60 dólares. Un incremento que, pese a ser beneficioso para los países miembros del cártel, amenaza a la recuperación económica.
La estrecha relación entre energía y economía
«Como vemos, la energía es, y nunca mejor dicho, el combustible que hace posible la actividad económica».
Antes de que el economista Simon Kuznets acuñase, a petición del presidente Roosevelt, un sistema para medir el crecimiento económico de los países, al cual denominamos producto interior bruto (PIB), debemos saber que una de las formas, más utilizadas, con la que contaban los economistas para medir el crecimiento económico, así como el crecimiento poblacional, era el consumo energético o el consumo de energía. Pues, pese a que no teníamos sofisticados indicadores que mostrasen la producción agregada en un país, sí podíamos intuir que dicha producción había podido ser superior o menor, en función de un mayor o menor consumo energético.
En otras palabras, cuanto mayor sea el consumo energético, mayor será la producción obtenida. Una regla que no siempre debe cumplirse, pero que, para comprender lo que comentamos, explicamos así.
Sin embargo, no hace falta remontarse al homo economicus, ni a etapas tan antiguas de la historia para darnos cuenta de la estrecha relación que han tenido siempre energía y economía. Y es que, como han definido los propios historiadores económicos, la razón, precisamente, de que Reino Unido liderase la carrera de la Revolución Industrial en Europa se debe, entre otras cosas, a los recursos energéticos con los que este país contaba en ese momento. Pues, en un momento en el que el carbón se posicionaba como el combustible fósil más utilizado de la época, Reino Unido se posicionaba como uno de los mayores productores a nivel mundial. Una situación que hizo del país anglosajón, un país líder en un momento clave de la historia.
Asimismo, hablamos de una situación que, de la misma forma, vemos en la actualidad. En este sentido, economías como la española se encuentran plenamente condicionadas a la llegada de combustibles del extranjero, dado que presentan lo que se conoce como “dependencia energética”. Es decir, no generan energía para abastecerse. Así pues, tal es el grado de esta dependencia que, eliminándola de la balanza comercial, es decir, eliminando la importación de combustibles fósiles de dicha ecuación, el saldo que arrojaría la balanza comercial española no solo sería positivo, sino que arrojaría un superávit comercial, nunca visto, dicho sea de paso, en su serie histórica.
Como vemos, la energía es, y nunca mejor dicho, el combustible que hace posible la actividad económica. Tanto para el crecimiento económico de la población en el pasado, como para la llegada de la Revolución Industrial a Europa y otros territorios, e, incluso, para el crecimiento de las economías, que precisan de ella para poder operar. Por esta razón, la energía es un elemento determinante en la ciencia económica. Y digo determinante por el hecho de que estas variaciones que hoy recogemos en los precios, precisamente, pueden beneficiar a estos países productores, pero perjudican a aquellos que no cuentan con esos recursos energéticos y deben importarlos del exterior. Todo ello, en adición a un perjuicio que viven los agentes socioeconómicos, que presentan un menor poder adquisitivo.
Riesgos en el horizonte
«Un incremento de 20 dólares en el precio del barril genera, de facto, un sobrecoste cercano a los 50.000 millones de euros anuales que tendrán que pagar los países de la UE».
De acuerdo con los datos que ofrece Bloomberg, los precios del petróleo se han disparado considerablemente durante los últimos dos meses.
Siendo más precisos, hablamos de un valor que ha pasado de estar por debajo de los 40 dólares por barril en el mes de octubre, a estar, en estos momentos, a escasos centavos de los 60 dólares por barril. Así pues, estamos ante un incremento de más del 60% en cuestión de cuatro meses. La reanudación de la actividad económica en occidente, en un escenario en el que los productores de petróleo, temerosos de una posible escasa demanda y una caída del precio, han congelado la producción, está provocando, como en crisis pasadas del petróleo, una inflación en el precio de la energía.
Como comentábamos anteriormente, y teniendo en cuenta que el petróleo es el combustible fósil más utilizado en el mundo, de la energía depende la producción de los distintos países y, por ende, su crecimiento económico. Por ello, un sobrecoste energético, de la misma forma, obligará a aquellos países más dependientes a destinar más recursos al coste energético, lo que, simultáneamente, reducirá la posibilidad de destinar estos mismos recursos a generar una mayor producción. En otras palabras, un coste energético que podría limitar el crecimiento de aquellas economías más dependientes.
Este es el caso de muchos países de la Unión Europea. Teniendo en cuenta que las importaciones de petróleo por parte de los países de la Unión Europea alcanzan los 8 millones de barriles diarios, un escenario en el que se produce un incremento de 20 dólares por barril provoca, de facto, un sobrecoste cercano a los 50.000 millones de euros anuales. Una situación preocupante, pues ante una crisis de dimensiones tan destacadas y en un momento en el que debemos recuperarnos, un crecimiento en el precio de la energía podría ahogar la demanda y retrasar esta recuperación.
Así pues, los países se encuentran en una situación complicada. La debilidad de la demanda en la recuperación se suma a un incremento de los costes energéticos que podría debilitarla aun más. Un incremento sostenido en el precio podría derivar en una menor capacidad de determinados países para recuperar los niveles de demanda previos que precisan estos, precisamente, para salir del escollo en el que hoy se encuentran. Por ello, las restricciones que aplican estos países, y que no solo sostienen, sino que elevan el coste energético, ponen en aprietos a unos tejidos productivos que se ven obligados a destinar más recursos al coste energético, en un escenario en el que también se encuentran muy descapitalizados.
Por esta razón, y en definitiva, debemos saber que, al margen de las ayudas europeas, de los riesgos que presenta la recuperación y al margen de todos estos sucesos, los precios de la energía son otro riesgo del que las distintas economías, y especialmente las más dependientes, deben estar al tanto. Pues si había una situación a la que debía temer la economía es a la estanflación. Un fenómeno que, por el débil crecimiento y el incremento en los precios, en crisis pasadas como las del petróleo, en el 73 y el 79, provocó graves dolores de cabeza en muchas economías a lo largo y ancho del planeta.
rosario dice
Oportuno análisis. Da una perspectiva de una situación mixta con la elevación del P. del petróleo. En el caso boliviano, exportamos crudo (X), pero somos dependientes de la importación(M) de gasolina, diésel y jet fuel, lo que hace que ese fenómeno combinado de X e M, se de al seno de Bolivia con el resultado de una balanza de mayor gasto en la compra de los productos acabados del petróleo que la X de crudo, dado el veloz crecimiento del crecimiento del parque automotor. Es una relación casi perversa . Gracias por el artículo. Saludos cordiales.