De acuerdo con el Banco Mundial, los países afectados anteriormente por una pandemia redujeron sus niveles de productividad en hasta un 9% tras la crisis. ¿Podría repetirse la historia, o quizás esta vez será diferente?
Cuando se habla de ciencia económica, resulta inevitable mencionar conceptos –tan sonados en el campo político como desconocidos en la práctica– como el producto interior bruto (PIB), la inflación, el desempleo, así como otros muy repetidos en el día a día. La economía es una ciencia muy amplia, y como tal, la terminología utilizada en dicho campo es tan variada como extensa. Sin embargo, cuando hablamos de crecimiento económico como tal, entre los conceptos más sonados destaca, junto al PIB, el de productividad.
Antes de nada, debemos entender que el PIB es un indicador que se mide como una variable de flujo, la cual expresa la producción generada por un país determinado, durante un periodo de tiempo, de igual forma, determinado. Así pues, una vez sabemos lo que es el PIB, debemos saber que las vías para que esta magnitud crezca en relación con otros periodos son principalmente dos: en primer lugar, incrementar el número de trabajadores en activo en relación con años anteriores, pudiendo producir estos más de lo producido con plantillas más reducidas. O, por otro lado, incrementar la productividad de los empleados ya existentes en plantilla.
«El crecimiento económico solo es posible a través de dos vías: con incrementos de la fuerza laboral o con incrementos de la productividad».
En este contexto, debemos saber que un incremento del PIB debido a incrementos en la población activa conlleva para el empleador unos gastos adicionales. Es decir, le genera un incremento en el coste laboral, pues hablamos de la incorporación de más personal, por lo que deberá asumir el mayor coste salarial que esto supone. Sin embargo, cuando lo que se incrementa es la productividad, lo que esto muestra es que las mismas personas que producían una determinada cantidad de producción en años anteriores, por razones muy diversas, hoy producen más con los mismos recursos. Atendiendo a estas dos vías de crecimiento, la elección de la vía óptima, por tanto, es bastante simple.
No obstante, en los últimos años hemos sido testigos de cómo dicha vía de crecimiento se ha visto reducida en una gran parte del mundo. En este sentido, generar incrementos en la productividad es un proceso cada vez más complejo, a la vez que más costoso. Además, dicho sea de paso, las vías mediante las que se lograba dicho incremento, a la luz de la evolución que muestran estas, han perdido eficacia y eficiencia; poniendo en duda, incluso, las propias vías mediante las que se puede lograr dicha mejora.
Mientras que la productividad en el periodo de la posguerra crecía a pasos agigantados, esta alcanzó su fase de máxima expansión en la década de 1970. Con la llegada de la automatización y la mecanización, el planeta vivió un boom económico donde se registraron grandes incrementos en la productividad desde la década de 1930. Sin embargo, desde la década de 1970, los indicadores que miden los incrementos de la productividad se han mantenido estancados con el paso del tiempo. Pues, no es hasta la década de 1990 cuando se observan nuevos crecimientos en dichos indicadores; volviendo a sufrir una nueva desaceleración a partir del año 2000.

Desde entonces, los avances tecnológicos, así como otros sucesos que en situaciones normales debían haber incrementado más la productividad, no han tenido tanto impacto como a priori se esperaba. En este sentido, el incremento de la productividad se ha quedado estancado, incluso en las economías emergentes (EMDEs), donde crecía a un ritmo más acelerado. Una situación que ha puesto de manifiesto la relevancia de dichos avances para el crecimiento económico, así como si las vías de crecimiento previamente establecidas por la teoría económica hoy son suficientes para recuperar dicho dinamismo.
Un estudio bastante desalentador
Como se puede observar en el análisis, basta mirar a España, o México como ejemplo de economía emergente, para observar lo que comentamos. En este sentido, el país peninsular, por ejemplo, lleva más de 20 años con sus niveles de productividad creciendo a ritmos muy lentos. Algo similar a lo que ocurre con México, que pese a incrementar su productividad, para ser una economía emergente, lo hace a un ritmo menos acelerado que en años anteriores. Coincidiendo con las fechas comentadas previamente, España, México, al igual que otras economías, han perdido ese dinamismo en la productividad que les ha caracterizado años atrás. Todo ello, pese a vivir en una era completamente digitalizada, donde los avances y la aparición de nuevas tecnologías se dan de forma constante.
«De acuerdo con el Banco Mundial , aquellas economías que en el pasado se vieron afectadas por brotes pandémicos, redujeron sus niveles de productividad en hasta un 9% durante los siguientes 3 años».
Además, resulta llamativo lo que arroja un estudio realizado por el Banco Mundial, y que mostraba el impacto de situaciones como la que hoy nos acontece en los niveles de productividad de los distintos países afectados. Así pues, lo que arroja el estudio es el fuerte impacto de situaciones como la actual en los niveles de productividad de los distintos países. De acuerdo con el organismo multilateral, aquellas economías que en el presente siglo se vieron afectadas por brotes pandémicos, de la misma forma, redujeron sus niveles de productividad en hasta un 9% durante los siguientes 3 años, en relación con los países que, no habiendo sufrido pandemias, no se vieron afectados.
Por esta razón, teniendo en cuenta los sucesos comentados, una crisis como la que hoy nos acontece amenaza con seguir lastrando una productividad que, como decíamos, lleva años estancada. Además, todo ello, en adición a otros factores que, debiendo funcionar correctamente para incrementar los niveles de productividad, no están funcionando como deberían. Los malos resultados a nivel educativo, los débiles flujos de inversión, las “nuevas innovaciones”, así como los estímulos públicos, parecen no estar teniendo el impacto deseado.
Una crisis distinta, un resultado distinto
A este respecto, y a pesar de lo que refleja la investigación empírica analizada en líneas anteriores vale la pena cuestionarse si esta vez será diferente. Y es que las divergencias en el comportamiento experimentado por los agentes económicos, podrían dejarnos un resultado muy distinto en la situación actual.
«De acuerdo con el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), el 80% de los empleadores en el mundo acelerarán los procesos de transformación digital en sus empresas».
Debido a la paralización forzosa de la actividad económica, la imposibilidad de actuar, así como trabajar, bajo un formato presencial aceleró los procesos de digitalización en una gran mayoría de empresas a lo largo y ancho del planeta. De acuerdo con el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), una encuesta realizada a las empresas a nivel mundial arrojó que el 80% de los empleadores en el mundo tienen la intención de acelerar los procesos de transformación digital en sus empresas. Además, estos encuestados también afirmaban que darían más oportunidades a sus empleados para adaptarse al teletrabajo. Para ello, invirtiendo y acelerando la implantación de herramientas digitales en la operativa diaria de la empresa.
Por otro lado, dicha encuesta, de la misma forma, arroja que el 50% de los empleadores encuestados prevén automatizar una gran parte de sus tareas de producción, afirmando un 43% de los mismos que dicha automatización provocará en su empresa una reducción de la fuerza laboral; es decir, reducirá el número de empleados. En este sentido, la crisis que hoy nos acontece ha acelerado un cambio que, desde hace años, requieren las economías para seguir incrementando la productividad. Unos cambios que prevén llegar con la pandemia, forzosamente, por la paralización de la actividad económica como consecuencia del virus que hoy amenaza a la ciudadanía, así como su elevada tasa de contagio.
Esto que comentamos se ha podido observar en las cifras que presenta el teletrabajo en distintos países del planeta. Tal es el caso de Estados Unidos, en el que atendiendo al informe que ofrece el Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), aproximadamente el 50% de la población, ya se encontraría teletrabajando desde sus hogares. Por otro lado, otros países como Reino Unido esperan contar con un 30% de su fuerza laboral trabajando desde casa para 2021. Así pues, un teletrabajo por el que apuestan, también, economías como la española, que ha pasado de tener un 6% de la población trabajando desde casa, a contar con un 16,4% en tiempos de pandemia.
En definitiva, estos cambios, así como el acelerado proceso de transición que han tenido que implementar las empresas, han suscitado la posibilidad de que la productividad vuelva a acelerarse cuando se disipen los efectos derivados de la pandemia. Una productividad que, con su crecimiento, además, pondría fin a una tendencia bastante preocupante si se repitiera en esta ocasión.