En universidades donde la tecnología ocupa un papel destacado, el avance tecnológico ha suscitado la posibilidad de reducir los procesos educativos para que sean más adaptables al mercado laboral.
El ritmo al que avanza la tecnología, en muchas ocasiones, resulta bastante abrumador. Los cambios tecnológicos que se han sucediendo a lo largo de nuestra historia, en los últimos años, se han concentrado de forma masiva. Podríamos decir que en el siglo XXI, la fase de expansión del conocimiento y el avance han dado un gran salto, generando una corriente de innovaciones que han derivado en un incremento masivo de los avances.
Si atendemos a la historia económica, podemos observar cómo, pese a las innovaciones que se han ido sucediendo a lo largo del transcurso de los años, los grandes avances de la economía y la ciencia se han dado de forma muy concentrada. Especialmente en una serie pequeña de episodios aislados —como la revolución industrial o la entrada del Neolítico— que, ya en su día, marcaron nuestras vidas, así como la forma de organizarnos en la comunidad.
Como digo, una serie de cambios que fueron determinantes, pero que, a diferencia de los actuales, no se producían de forma tan constante y masiva. Sin embargo, a día de hoy, esto no ocurre de la misma forma. En diez años, si echamos la vista atrás, han aparecido una serie de innovaciones que, sin darnos cuenta, han producido grandes cambios —muy disruptivos—, los cuales han incidido de forma directa en nuestra forma de interactuar como sociedad. Desde nuestros hábitos de vida hasta nuestra forma de consumir, los avance han sido tan masivos y disruptivos que en los últimos años hemos cambiado nuestra forma de relacionarnos de manera constante.
Cambios que, para un futuro —no muy lejano—, pretenden hacerse, de la misma forma, incluso con el mercado laboral. Y sí, con el mercado laboral hemos dicho. Pues, de acuerdo con el último estudio realizado por el McKinsey Institute sobre la automatización y el empleo, los robots y la automatización pretenden hacerse con el mercado laboral, dando paso a una era de robots que dejarán atrás a cualquier máquina por brillante que sea. También a los humanos, a los que sustituirán en aquellas tareas más elementales, menos productivas y más repetitivas. El estudio estima la sustitución de una quinta parte de la población activa.
Procesos formativos más cortos e intensos
En los últimos años, concretamente en Estados Unidos, se han desmarcado diferentes lugares —entre los que podríamos destacar Sillicon Valley, en California, o el caso de Israel— en los que, la lucha por ganar y liderar la de la carrera tecnológica ha concentrado un gran elenco de grandes empresas, especialmente del sector tecnológico, en emplazamientos, epicentros de innovación y desarrollo, distribuidos en distintos lugares del planeta. Epicentros que están revolucionando la forma, incluso, de trabajar.
En Sillicon Valley, por ejemplo, el número de empresas tecnológicas es difícil de cuantificar. Cualquier empresa de desarrollo tecnológico, así como las startups en el sector, sueñan con emprender su viaje, o finalizarlo, en Sillicon Valley. Un destino tecnológico, en el que la innovación se ha convertido en el pilar fundamental para la prosperidad del territorio. Empresas como Google, Microsoft, Facebook, entre muchas otras, se encuentran en dicho emplazamiento.
Esta situación ha dado lugar a que las universidades, por ejemplo, emplazadas en dicho territorio, hayan ido adaptando sus modelos académicos a este tipo de empresas. Sus estudios, en muchas ocasiones, comparten gran relación con las empresas, dado que estas compañías, tras la finalización del proceso académico, proceden a contratar a los estudiantes. También, ofertándoles becas para ya no solo financiar sus estudios, sino también, para emprender su propia compañía tecnológica o, incluso, empezar una carrera profesional en la propia compañía.
Entre estas adaptaciones, una de las más destacadas y que ha llamado la atención de muchos curiosos en materia tecnológica y académica es el análisis y estudio que se están haciendo en universidades como Stanford, en California sobre la duración de los procesos de aprendizaje. En estos estudios, se está analizando el efecto de acotar, aún más, los procesos académicos en materia tecnológica, siendo el fin de esto el que los estudios tengan una mayor adaptación al avance científico-tecnológico. Un acortamiento en los procesos de aprendizaje, que tiene como fin el que los estudiantes se incorporen de manera más temprana a las empresas tecnológicas en el territorio.
El grado de avance en materia tecnológica ha suscitado el pensamiento de que, cuando un alumno empieza su carrera en materia tecnológica, al finalizar sus estudios, los conocimientos adquiridos durante los primeros años ya se encuentran obsoletos. El avance tecnológico, los cambios constantes, están provocando una obsolescencia continua para las universidades y el conocimiento que transfieren. Un avance al que cuesta adaptarse y al que pretenden hacer frente con una posible reducción de los tiempos académicos, permitiendo que el estudiante pueda adquirir el conocimiento más actualizado posible, en el menor tiempo posible, pudiendo acceder rápidamente al mercado laboral.
Y es que, aunque no seamos conscientes, el sector tecnológico mantiene unos ritmos muy acelerados, impidiendo que todo el desarrollo producido en un año pueda implementarse en los planes de estudios de forma simultánea. Y estamos hablando de Sillicon Valley y de Stanford, si hablamos de Argentina o España, la situación es más impensable incluso. Esto ha dado lugar a esta corriente de pensamiento, a través de la cual, se pretende una mayor adaptación de los conocimientos académicos al mundo profesional, permitiendo a los alumnos aplicar el 100% del conocimiento sin que este, al egresar al mercado profesional, haya alcanzado la obsolescencia citada.
Reducción de espacios, reducción de costes
Cuando uno habla de las universidades americanas, lo que primero se le viene a la mente suele ser la elevada calidad de estas, así como prestigio internacional. Estudiar en Harvard o Stanford no está al alcance de cualquiera, pues hablamos de instituciones que se han convertido en la meca educativa a nivel global. Sin embargo, no es el criterio de admisión lo único que impide a los estudiantes llegar a estudiar en tales instituciones. Los precios también han jugado un papel determinante en este fenómeno, pues son bastante elevados en contraste con otras instituciones educativas.
Es muy sonada la burbuja académica de los Estados Unidos. Una burbuja en la que los estudiantes se tienen que enfrentar a altos endeudamientos para poder estudiar sus programas de estudios en universidades de prestigio, donde la salida laboral sea más rápida y eficiente. Una burbuja que se ha ido ensanchando, generando una cuantiosa cifra de alumnos endeudados, los cuales siguen afrontando sus préstamos de estudios con los salarios que, por su trabajo en las empresas, reciben. Unos prestamos que no se caracterizan por ser precisamente bajos.
Esto es algo que, de darse ese acotamiento en los procesos de estudios, no solo podría provocar una mayor adaptación de los estudios al campo profesional, sino que, pese no haberse cuestionado, podría, a su vez, reducir los costes de estudios de los alumnos. Estamos hablando de que, de emplearse el uso de procesos académicos concentrados en una duración de dos años, el alumno no tendría que pagar tan cuantiosa cifra, ya que los tiempos, así como las estancias y todo lo que ello conlleva se vería reducido, a la vez que la inmersión en el mercado laboral se adelantaría, adelantando con ello la percepción de salarios.
Además, muchas compañías compaginan el estudio académico con un proceso de estudio que, al ingresar en determinada compañía, tienen que realizar para adaptar sus conocimientos a la filosofía de empresa y las formas de actuar de la misma. Estos procesos, en muchas ocasiones, compaginan todo el conocimiento teórico adquirido, pudiendo —durante un proceso de adaptación e implementación— sustituir algún año académico, permitiendo suprimirlo en los programas de estudios oficiales.
Esto, como decíamos, podría tener un efecto positivo en los costes. La reducción de costes podría permitir una mayor inmersión de alumnos en estas universidades, generando un elenco de profesionales mejor formados, así como una población activa más competitiva y desarrollada; también menos endeudada. Como digo, algo que aún no se ha cuestionado, pero que podría surtir efecto sin lugar a dudas.
Si hay alguna duda por disipar, esta no es que el grado de avance tecnológico vaya a reducirse drásticamente en unos años. Los descubrimientos y la ciencia avanzan a pasos agigantados, influyendo así en nuestra economía. Darwin decía que la especie que sobrevivirá sería aquella que mejor se adapte a los distintos escenarios, algo que da mucho que pensar sobre la adaptación de las universidades. Una adaptación que, de no darse, podría llevarnos a la hipótesis de: ¿Sobrevivirán las universidades tal y como las conocemos? Y, si lo hacen ¿seguirán siendo la máxima para acceder a puestos cualificados en las compañías?
La respuesta para esto, a día de hoy, sigue siendo una incógnita, aunque cada vez son más las compañías que valoran otros intangibles entre los que la adaptación y las capacidades ocupan un papel muy destacado.
Alejandro Gonzalez B. dice
Es muy buen articulo referente alas universidades , ya que en mi pais la educacion es un negocio y creo que jamas se enfocara en el tema que se refiere el articulo.
Bodoque dice
Buen articulo, pero… alguien quiere pensar en los paises sub desarrollados en donde no estamos en la modernización siendo medievales?