En este artículo, voy a explicarte en qué consiste la famosa «mochila austríaca». Es probable que hayas escuchado hablar de este concepto en los medios porque es algo con mucha gente a favor (también en contra).
Por ello, voy a contarte cómo funciona, y, sobre todo, si puedes beneficiarte. En Economipedia, queremos ayudarte a que tu vida sea cada día un poquito mejor.
Primero, vamos a empezar con una explicación sencilla.
La mochila austríaca está relacionada con los sistemas de cotización de los trabajadores y con qué se hace con ese dinero que se nos quitan mes a mes de la nómina.
Ya sabes que si tú recibes en tu banco 1.000€ de sueldo, la empresa paga bastante más y además de lo que vas a recibir, te quitan otra parte para que finalmente ingreses eso.
Como trabajador, vas aportando todos los meses dinero a una cuenta. Esa sería tu mochila. Con cada salario, la mochila se va cargando con más dinero, y cuando te vas de una empresa, te llevas tu mochila (y lo más importante, tu dinero) contigo.
Después, si te quedas sin trabajo, puedes reducir o vaciar esa mochila, si tienes que echar mano de tu dinero. Y si no lo haces, llegarás a la jubilación con una mochila bien cargada, lo que puede ser una gran ayuda en esa última etapa de tu vida.
El sistema es fácil de entender, pero tiene muchas consecuencias, y no creas que todo el mundo está de acuerdo. ¡Vamos a ello!
Problemas con las indemnizaciones
El coste de la indemnización no se descuenta del salario del trabajador, sino que lo paga la empresa
Ante todo, vamos a entender cómo funcionan los despidos y contrataciones en muchos países, donde no existe la mochila austríaca.
Vamos a empezar por lo que sabemos.
Imagino que ya habrás visto, al mirar tu salario, que el dinero que recibes es menos que lo que le cuesta a la empresa mantenerte. Aunque si no lo has visto, no lo mires para evitar disgustos, hablo desde la experiencia.
Es la famosa diferencia entre sueldo bruto y neto, de la que ya hemos hablado en otras publicaciones.
¿Y por qué ocurre esto? Hay varios factores que lo explican. Uno de ellos son los impuestos directos al trabajo, como los impuestos sobre la renta. Se deducen de nuestro salario, y nos dejan con menos dinero cuando cobramos.
Otro factor son las llamadas «cargas sociales». Muchos no los consideran un impuesto propiamente dicho, pero en este sentido son muy parecidos, ya que el resultado es el mismo. Estas cargas también se deducen de nuestro sueldo, dejándonos algo más pobres todos los meses.
La diferencia es que, al menos en teoría, estas cargas sociales pueden generar derechos. Por ejemplo, lo que aportes al sistema de pensiones, mes a mes, año tras año, te puede dar derecho a cobrar una jubilación determinada cuando te retires del mercado laboral.
Otro ejemplo es la contribución al desempleo. Todos los meses, el Estado te quita una parte de tu salario por este concepto. La ventaja es que, supuestamente, si te quedas sin trabajo puedes pedir un subsidio, que se va descontando de lo que has aportado.
Sin embargo, hay un coste que no está cubierto por impuestos ni cargas sociales: las indemnizaciones por despido.
Ocurre que, cuando te echan del trabajo, y el despido se considera improcedente, la empresa tiene que indemnizarte. ¿Pero de dónde sale ese dinero?
Ahí está la diferencia: ese coste no sale del salario del trabajador. Lo paga directamente la empresa. Y eso puede ser un problema.
Falsos incentivos
Hay un incentivo para despedir no al que tiene menos talento, sino al que ha tenido la mala suerte de ser el último en llegar
¿Y por qué es un problema que la empresa pague la indemnización? En principio, parece bastante lógico que sea así: te han despedido de forma improcedente, así que les toca pagar. Muy razonable, ¿no?
Además, hacerlo así tiene varias ventajas. Primero, porque ofrece al trabajador algo de seguridad económica hasta que pueda encontrar un nuevo empleo. Pero también porque desincentiva que las empresas puedan echar a un trabajador sin motivo alguno.
Por último, también protege a los empleados con más antigüedad. Como la indemnización suele calcularse por año trabajado, sale mucho más caro echar a los trabajadores que llevan mucho tiempo en la empresa. Personas que, por su edad, podrían tener muchas dificultades para encontrar otro empleo.
Pero claro, no es oro todo lo que reluce. Este sistema implica que, si un trabajador con mucha antigüedad acumulada se esfuerza cada vez menos, la empresa se lo va a pensar dos veces antes de echarlo. De hecho, aunque no trabaje bien, puede que despedirlo salga tan caro, que prefieran seguir manteniéndolo en plantilla.
¿Y si eres tú el empleado joven que se esfuerza al 100% cada día y te despiden simplemente porque es más barato echarte? Injusto ¿no?
Por tanto, el sistema perjudica a los que llevan menos tiempo en la empresa. Eso significa que, cuando hay recortes de personal, hay un incentivo para despedir no al que tiene menos talento, sino al que ha tenido la mala suerte de ser el último en llegar.
Por supuesto, también ocurre lo contrario. Un trabajador con antigüedad y mucho talento puede recibir una oferta mejor de otra empresa, y aún así, no va a querer cambiar de empleo.
¿Por qué? Muy sencillo: si aguanta donde está, y lo echan, le van a dar una indemnización muy alta. Pero si cambia de empresa, el contador de la antigüedad vuelve a 0. Si las cosas van mal en su nuevo empleo, puede verse sin trabajo y sin dinero.
¿Qué es la mochila austríaca?
El dinero del trabajador no pasa al Estado ni a nadie, sino que se mantiene en un fondo de su propiedad
Para resolver estos problemas, el gobierno de Austria hizo una reforma laboral en 2003. Entre otras cosas, creando un fondo especial, que la prensa internacional acabó llamando «mochila austríaca».
¿En qué consiste este fondo? En principio, no es diferente de otras cargas sociales. Todos los meses, se descuenta una parte del salario del trabajador. Ese dinero va a un fondo, administrado por una gestora.
Hasta aquí, nada muy distinto del sistema de pensiones: el trabajador aporta, y gana derechos para el futuro. Pero hay una diferencia fundamental.
Porque aquí, el dinero se deposita en una cuenta del propio trabajador. Es decir, que sus aportaciones no pasan al Estado ni a nadie, sino que se mantienen en un fondo de su propiedad. El dinero, así, nunca deja de pertenecer al empleado.
¿Y qué ocurre si el trabajador pierde su empleo? En ese caso, tiene dos opciones.
Una de ellas, la más evidente, es sacar ese dinero del fondo. Así, tiene recursos para mantenerse hasta que encuentre otro trabajo. A cambio, su saldo en la cuenta, en su «mochila», va a bajar, o incluso desaparecer.
Evidentemente, también puede elegir no tocar el fondo. En ese caso no disfruta del dinero, pero mantiene el saldo en la cuenta para el futuro. Por ejemplo, si espera que otra empresa lo contrate enseguida, o si puede vivir con otras fuentes de ingresos.
Lo interesante ocurre cuando esa persona encuentra otro trabajo. A partir de su primer salario, vuelve a aportar una parte a su fondo, que va a seguir creciendo.
Pero hay algo aún mejor: cuando se jubile, si le queda algo en ese fondo, puede sacar el dinero o dejarlo invertido, como complemento para su pensión. ¿No es ahora mucho más interesante?
Ventajas de la mochila austríaca
Las empresas tienen más facilidad para contratar y despedir a quien quieran, y a los empleados no se los castiga por cambiar de trabajo
Ahora que tienes la idea, (y ya has entendido por qué la llaman «mochila austríaca»), vamos con la parte positiva.
A simple vista, las ventajas parecen evidentes. Primero, porque ya no tenemos el problema de los empleados improductivos con mucha antigüedad.
Como las empresas ya no pagan indemnización, les sale igual de caro despedir a un gerente que lleva allí 20 años que a un empleado raso recién llegado. De hecho, el despido pasa a ser gratis.
Eso significa que, aunque un empleado tenga mucha antigüedad, no puede dormirse en los laureles. Si quiere mantener su puesto, tiene que seguir esforzándose por generar valor para su empresa. Si no lo hace, a la empresa le va a salir rentable despedirlo.
Sin embargo, los empleados con mucha antigüedad no siempre van a salir perjudicados. Los que tengan talento ya no perderían su derecho a indemnización si cambian de empleo. Así que más les vale a sus empresas tenerlos contentos, porque si no, se arriesgan a perderlos.
Además, los recién llegados ya no tendrían que ser los principales perjudicados cuando hay ajustes de personal. La ley del «último en entrar, primero en salir» deja de existir. Así que podrían tener más posibilidades de mantener su puesto de trabajo, si consiguen crear más valor que sus compañeros con más antigüedad.
En conclusión, las empresas serían más libres para despedir, pudiendo contratar a quien quieren. Los trabajadores, para cambiar de empleo sin perder derechos. Así que también ellos tendrían más facilidad para trabajar donde quieren. En principio, ganan las dos partes.
Además, habría nuevos incentivos para que los trabajadores se esfuercen y generen valor para sus empresas. Incluso sus «mochilas», al ser fondos de inversión, podrían ser una fuente de ahorro adicional para la economía.
Todo son ventajas… ¿O no?
Desventajas y debate sobre la mochila austríaca
La mochila austríaca obliga a los trabajadores a tomar decisiones de ahorro que no comparten, y que incluso pueden perjudicarlos
Porque, aunque no lo creas después de haberte contado todas estas ventajas, también hay argumentos en contra de la mochila austríaca. Y son lo suficientemente consistentes como para tenerlos en cuenta. Veamos algunos de ellos.
Primero, la aportación mensual a la mochila es un coste añadido para el trabajador, porque sale de su salario. Aunque lo pague la empresa, en realidad el empleado acaba recibiendo algo menos de lo que podría ganar todos los meses.
Para peor, suele plantearse como una contribución obligatoria. ¿Qué ocurre si un trabajador necesita su dinero ahora, no en un futuro hipotético donde pierda su empleo? Pues siento decirte que tiene un problema: la mochila es suya, pero no puede tocarla salvo en casos determinados.
Podríamos decir que es una forma de ahorro forzoso. Seguramente muchos trabajadores preferirían gastar ese dinero en bienes de consumo, o ahorrar de otra forma. Por ejemplo, con una segunda vivienda. Pero la mochila los obliga a tomar decisiones que no comparten, y que incluso pueden perjudicarlos.
Recordemos que el fondo está depositado en un banco, y administrado por una gestora. Si el banco quiebra, o la gestora hace malas inversiones, el dinero de la mochila puede correr peligro.
Además, el sistema puede perjudicar a los trabajadores de edad más avanzada. Aunque se esfuercen mucho, la realidad es que muchos empresarios ven con desconfianza a los empleados a punto de jubilarse. Y si se les puede despedir gratis, tampoco lo van a tener más fácil para encontrar otro trabajo a esa edad.
Por último, es un sistema muy difícil de implementar. Hay varias formas de hacerlo, pero todas son problemáticas. ¿Has visto que no era tan sencillo?
En resumidas cuentas, este sistema lo que fomenta es el ahorro y trata de eliminar rigideces en el mercado laboral. Así se obliga a la gente a ahorrar para que tengan un colchón financiero en caso de malos momentos económicos.
Quizás tu país no promueva la mochila austríaca. Pero en Economipedia te recomendamos que empieces a llenarla desde ya para que los baches de la vida no te supongan un problema.
El ahorro es clave para todos nosotros, sin embargo, pocos lo ponen en práctica. Tenemos un curso dentro de nuestra suscripción de 1€ en el que puedes aprender a hacerlo. Aquí te lo dejo.
En conclusión, podemos decir que la mochila austríaca puede beneficiarte en algunos aspectos, pero también perjudicarte en otros. ¿Tú qué piensas al respecto?