Persecución
Hablamos de persecución cuando una persona o grupo es víctima, por parte de otro más fuerte, de acciones violentas o intimidatorias. Esto, con el fin de que abandonen la conducta que motiva la persecución.
La persecución se refiere a la situación desfavorable que sufre un grupo minoritario por motivos étnicos o ideológicos. En esta situación, es normal el uso de medios violentos y coactivos como el secuestro, la intimidación, la reclusión, la violencia física o el asesinato.
Vale aclarar que el concepto de persecución es muy amplio, por eso puede presentar dificultades en su acotación. A grandes rasgos, podemos decir que tiene dos significados. El primero es el que ya hemos explicado.
Sin embargo, en su concepción estricta, el significado de persecución se reduce a la literalidad del concepto, cuando una persona sigue a otra con una determinada intención, como puede ser la detención de un criminal por la policía.
Pero, volviendo al primer significado de persecución que es el que nos interesa, ¿qué motiva a un grupo a propiciar esta conducta sobre otro? La ideología y el pensamiento político, y también la religión. El grupo perseguidor entiende que el perseguido tiene ciertas condiciones que no son deseables, como la creencia en determinada ideología, religión o hasta su etnia. Esto último llama especialmente la atención, porque la etnia o aspecto de una persona no determina en ningún caso su conducta, forma de pensar o su validez y capacidad como ser humano.
Tipos de persecución
Debido a la amplitud del concepto, vamos a señalar los principales tipos de persecución y algunos de sus ejemplos.
Persecución política
Este tipo de persecución ha sido de las más comunes, junto a la religiosa, a lo largo de la historia. Se caracteriza por la represión de personas por motivos políticos o de ideología política. Normalmente se realiza desde las propias instituciones del Estado, sea de forma explícita o parapolicial.
Quienes realizan la persecución política son aquellos países que ven una amenaza de forma previa. Esto pone en peligro la organización del Estado o el puesto de sus gobernantes. Por ello toman las medidas descritas anteriormente con el fin de perpetuarse en el poder. Hay que mencionar que es propio de regímenes no democráticos, en cualquiera de sus formas. Los países catalogados como democracias plenas no acuden a este tipo de medios.
Algunos ejemplos recientes los encontramos en totalitarismos clásicos como la Alemania nazi, la Unión Soviética o, más recientemente la Norcorea de los Kim. Los nacionalsocialistas, una vez en el poder en Alemania, persiguieron a todos sus rivales, fueran políticos o civiles. Así pasó en la noche de los cuchillos largos, cuando las SS y la Gestapo acabaron con gran parte de los rivales políticos de Hitler. Más tarde, los judíos y otros grupos minoritarios sufrieron persecución, protagonizando el terrible Holocausto que hoy conocemos.
Stalin, en su etapa como dirigente de la URSS, también persiguió a todos los rivales políticos con los que se enfrentó, hasta dentro de la propia élite gubernamental, como fue el caso de Trotsky y de sus afines. También persiguió a gran parte de la población como fue el caso de terratenientes, burgueses, religiosos o cualquier otro sector considerado como antirrevolucionario.
Por último, la dinastía de los Kim y su régimen también se ha encargado de perseguir y eliminar todo adversario del Estado. Como ocurrió con Jang Song-thaek, tío Kim Jong-un, acusado y ejecutado por traición. Igual sucede con cualquier disidente del régimen, condenado al exilio, a trabajos forzados o a muerte.
Persecución religiosa
Este es el otro gran tipo de persecución que el ser humano ha vivido y protagonizado, quizá el más antiguo de ellos, ya que lo encontramos en épocas tan remotas como en el origen del cristianismo.
En este caso, el motivo de la persecución es religioso. Como en el caso anterior, puede estar promovido desde las instituciones estatales o por grupos de civiles organizados. Aquellos que lo protagonizan entienden que los valores que promueve cierta religión son contrarios o bien al régimen o bien a los valores que un grupo entiende como deseables.
Si hablamos de persecución protagonizada por el Estado, tenemos los ejemplos de los cristianos en el antiguo Imperio romano, quienes eran eliminados por poner en peligro la integridad y unidad del imperio y el orden social. También sucedió con los llamados moriscos en el siglo XVII. Felipe III, tras el fracaso de la integración de los musulmanes en el Reino de España, decidió echar del reino a los musulmanes convertidos al cristianismo, ya que los veía como un peligro ante futuros conflictos.
Por otro lado, como persecuciones religiosas al margen del Estado, tenemos sucesos acaecidos en la India donde, aunque es un Estado laico, la existencia de religiones minoritarias como el islam y el cristianismo las hace vulnerables de ataques hindús, la religión mayoritaria. Es por ello por lo que no se puede afirmar que exista una plena integración de todas las sensibilidades religiosas.
Consecuencias
Las persecuciones tienen una gran variedad de consecuencias, todas ellas negativas. Para empezar, generan la huida de gran parte de la población de un territorio, los llamados refugiados. Cuando la cantidad de refugiados es pequeña, su integración en otros países es más sencilla. Pero, cuando su número es muy grande, pueden existir varios problemas, como conflictos entre los países de acogida por ver qué cantidades pertenecen a cada uno de ellos; o conflictos entre los propios civiles, sobre todo, con los más intolerantes.
Ya que la persecución conlleva una violación de los derechos humanos, el país protagonista puede sufrir sanciones e incluso la intervención de otros países de la comunidad internacional. Así, pueden sufrir un revés económico que afectará al conjunto de la población.
Además, no podemos olvidar el drama personal e individual de los afectados, quienes, en el mejor de los casos, acatarán las directrices del Gobierno y vivirán bajo el yugo de la opresión. Otra opción es el exilio, alejándose de su hogar y de sus seres queridos.