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¿Cuál ha sido el papel de Estados Unidos en las grandes recesiones? ¿Está en cuestión su liderazgo?

¿Por qué cuando Estados Unidos tose, el mundo se resfría?
9 de diciembre de 2020
10:39
  • Diccionario económico
David López Cabia
Lectura: 7 min

Las terribles consecuencias sanitarias y económicas del COVID-19 son innegables, especialmente en Estados Unidos, el país más castigado por el virus. Son muchos los que miran a crisis pasadas y se preguntan si Estados Unidos volverá a ejercer su liderazgo económico, en momentos en los que China amenaza con ganar una mayor relevancia.

En numerosas ocasiones, resulta inevitable regresar a tiempos pasados y establecer comparaciones entre las distintas recesiones que se han ido dando en el mundo, con el paso de la historia. La experiencia, y el modo en que se abordaron las grandes crisis económicas, aportan importantes lecciones para, en un futuro, evitar que dichas situaciones se repitan, o de hacerlo, abordarlas con los precedentes aplicados con anterioridad. Sin embargo, las causas, así como los modos de superar las recesiones, son muy distintas entre sí.

En una crisis como la actual, la rápida expansión del COVID-19 ha sido un acontecimiento inesperado e incontrolable, mientras que, en contraste, en la Gran Depresión, el estallido tuvo lugar en la bolsa de Nueva York, con la especulación, la sobreproducción y el exceso de crédito como causas.

De la misma forma, encontramos diferencias entre esta crisis y la Gran Recesión de 2008. En este sentido, en 2008, la raíz del problema se encontraba en una gran cantidad de hipotecas impagadas, que se habían integrado en paquetes de deudas, que se vendieron entre bancos e inversionistas.

Por todo ello, desde Economipedia proponemos comparar la actual crisis económica provocada con el COVID-19, con otras dos grandes recesiones: el crack del 29 y la precedente crisis de 2008.

El crack del 29

Una de las peores crisis que ha atravesado Estados Unidos, y el sistema capitalista, fue la Gran Depresión, cuyo origen se remonta a 1929. El llamado crack del 29 comenzó con el viernes negro en Wall Street, mientras el valor de las acciones caía en picado. Los inversores vieron cómo el valor de sus acciones se esfumaba por completo, a la vez que las repercusiones sobre la economía fueron catastróficas. Estados Unidos quedó sumido en la miseria, con buena parte de la población perdiendo sus puestos de trabajo y numerosas fábricas viéndose abocadas al cierre.

La aguda recesión que asolaba Estados Unidos trascendió más allá de territorio norteamericano y se extendió a Europa. Los estados se replegaron sobre sí mismos, los estadounidenses repatriaron inversiones y el comercio se resentía; pues las exportaciones europeas a Estados Unidos se hundieron. Las tensiones sacudían la bolsa de Londres, en adición a unas quiebras bancarias que azotaban a países como Austria y Alemania.

Las distintas respuestas por parte de los países a la Gran Depresión fueron muy distintas entre sí. En regímenes totalitarios, como la Alemania de los años 30, se apostó por la autarquía. Mientras, en otras economías como Estados Unidos, la actuación se basó en las tesis keynesianas. En este sentido, se apostó por la intervención del estado en la economía para estimular la demanda agregada.

La respuesta económica estadounidense se centró fundamentalmente en lo que ocurría dentro de sus fronteras. Para sacar al país de la depresión, el presidente Roosevelt apostó por la llamada New Deal. Mientras tanto, se devaluó el dólar, al tiempo que se prohibía la acumulación y venta de oro al exterior.

Como medidas de estímulo a la economía, se subvencionaron las exportaciones agrarias y se relanzaron los precios agrícolas. Dicho sea de paso, también se implementaron mejoras laborales en cuanto a salarios y jornadas laborales, a lo que hubo que añadir un amplio programa de obra pública.

Ahora bien, el gran despliegue mostrado por la New Deal, aunque impulsó la economía norteamericana, no tuvo efectos inmediatos ni suficientes. El impulso decisivo a la economía estadounidense vendría propiciado por la Segunda Guerra Mundial, cuando Estados Unidos movilizó todo su poderío industrial. Estas circunstancias –ya después de la Gran Depresión– permitieron a los Estados Unidos alcanzar el liderazgo mundial a nivel político y económico.

Por tanto, si analizamos dicha crisis, puede decirse que no hubo una salida multilateral de la Gran Depresión, ni un liderazgo claro en la mayor crisis que ha padecido el sistema capitalista.

Si en 1929, las consecuencias del crack del 29 se trasladaron de Estados Unidos a Europa, en un mundo globalizado –como el que hoy nos encontramos–, los estragos de la crisis pueden ser aún mayores. Sin embargo, de la misma forma y a diferencia de lo ocurrido en 1929, tanto Estados Unidos como Europa, han actuado con rapidez, poniendo en marcha cuantiosos programas de estímulos económicos de los que se espera que surtan efecto más pronto que tarde.

La Gran Recesión de 2008

Como exponíamos anteriormente, el origen de la Gran Recesión de 2008 fueron las hipotecas subprime, integradas en paquetes de deuda, que posteriormente se vendían a un precio desorbitado, si tenemos en cuenta que dichas hipotecas estaban vinculadas a deudores que no cumplían con sus obligaciones. Todo ello, inmerso el planeta en una burbuja especulativa, provocó el colapso del sistema financiero en todo el mundo.

Ante una situación tan apurada para el sector financiero, los gobiernos tuvieron que acudir al rescate de numerosos bancos. Una decisión que resultó muy polémica para la ciudadanía, puesto que muchos ciudadanos vieron cómo se salvaba a la banca, a la vez que ellos atravesaban duras situaciones de desempleo y deterioros en sus niveles de renta, en los casos en los que dicho desempleo no se daba.

No obstante, el apoyo financiero al sector bancario evitó la quiebra del sistema financiero y una catástrofe aún mayor. Todo ello, en adición a una mayor supervisión por parte de los distintos organismos, ha contribuido a hacer más eficaz el sistema financiero.

Empresas y particulares que no se habían involucrado en el negocio de los bienes raíces vieron cómo sus ahorros se desvanecían. Como en cualquier situación de crisis, se hizo necesario poner en marcha un paquete de medidas de estímulo en 2008 y 2009. En materia de política monetaria, la Reserva Federal apostó por dejar los tipos de interés muy próximos a cero.

Una situación muy distinta a la que hoy vivimos. Pues, en esta ocasión, ni Estados Unidos ni el mundo se enfrentan a un riesgo de quiebra del sistema financiero. Si bien es cierto que, en la recesión provocada por el COVID-19, como en muchas crisis precedentes, el presidente Trump decidió implementar programas de estímulo a la economía nacional.

Las medidas aplicadas para la Gran Recesión de 2008 no son válidas para la crisis provocada por la pandemia. Si la crisis subprime provocó de manera progresiva un fuerte daño en la economía estadounidense y mundial, la pandemia ha causado un efecto económico destructivo inmediato.

¿Está en cuestión el liderazgo mundial de Estados Unidos?

Resulta patente que tanto Estados Unidos, como el mundo, pueden extraer lecciones de las recesiones pasadas. Pero, con unos Estados Unidos más centrados en sus intereses nacionales, parece que quedan dudas sobre su papel de líder en la economía mundial.

Previamente a la fulgurante expansión del COVID-19, Estados Unidos estaba sumido en una guerra comercial con el dragón asiático, China. Ambas potencias se hallaban inmersas en un intercambio de golpes, estableciendo barreras al comercio y debilitándose entre ellas, pugnando por la hegemonía económica.

El incremento del proteccionismo fue más allá de la pugna con China, y llegó a un aliado tradicional de Estados Unidos como es la Unión Europea. Numerosos productos europeos fueron gravados con aranceles desde Estados Unidos. El comercio mundial se resentía y la economía global empezaba a mostrar signos de deterioro. Y es que, como ha apuntado nuestro compañero y analista Francisco Coll, cuando se saldan las guerras comerciales, en su análisis solo hay perdedores.

En este contexto, inmediatamente anterior a la pandemia, ya había quienes se preguntaban si China tomaría el testigo de Estados Unidos como gran potencia económica mundial. Desde luego, Trump, con su “America first”, ha priorizado los intereses nacionales de Estados Unidos frente al tradicional liderazgo político y económico que ha ejercido Norteamérica en la historia reciente.

No cabe duda de que el orden económico liberal ha sufrido bandazos ante tantas tensiones comerciales y económicas. Sin embargo, con la inminente llegada de Biden a la Casa Blanca, hay quienes creen que Estados Unidos puede regresar a su papel tradicional.

Sin embargo, en este nuevo escenario, situaciones anecdóticas como el hecho de que la economía china ha superado, en nivel de PIB, al PIB combinado de la eurozona. O acuerdos comerciales que, como el RCEP, pretenden hacerse con el grueso del comercio de mercancías a nivel mundial, ponen en aprietos a un país que, como Estados Unidos, podría ocupar otro sillón en ese ficticio hemiciclo desde el que se resuelven todos los asuntos relacionados con la geopolítica. Un hemiciclo en el que Estados Unidos ha ocupado, históricamente, un lugar relevante, pudiendo rivalizar, ahora, dicho papel con el gigante asiático.

Así pues, todo parece indicar que la idea de la próxima Administración estadounidense apuesta por un impulso a las empresas nacionales, sin necesidad de actuar a la defensiva, implementando barreras arancelarias. En cualquier caso, en cuanto Biden asuma la presidencia, deberá decidir qué hacer con los aranceles.

En definitiva, la cuestión es la siguiente: ¿Veremos a unos Estados Unidos comprometidos con la multilateralidad? ¿Seguirá Estados Unidos replegado en la economía nacional o los estadounidenses retomarán su liderazgo en la economía global? Pues, atendiendo a la situación actual y la gestión de la pandemia por parte de la primera potencia económica del mundo, las dudas están sobre la mesa.

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