Distributismo o distribucionismo: qué es y cómo funciona

  • Es un sistema de organización económica alternativo al capitalismo y al socialismo
  • Su origen se encuentra en la intelectualidad católica de finales del siglo XIX y principios del XX
  • Sus principios son la subsidiariedad, la propiedad privada y la solidaridad

¿Qué es el distributismo o distribucionismo?

El distributismo o distribucionismo es un sistema de organización económica que pretende ser una tercera vía intermedia entre el capitalismo y el socialismo. Sus principios son la subsidiariedad, la propiedad privada y la solidaridad.

¿Cómo funciona el sistema?

El distributismo o distribucionismo es, en primer lugar, un sistema económico. Como tal, se trata de una construcción intelectual que, bajo determinados principios, pretende dar forma a las relaciones económicas entre los miembros de una sociedad.

Concretamente, en este caso se busca una vía intermedia entre dos sistemas antagónicos, como el capitalismo y el socialismo. La idea es evitar los excesos en que caerían ambos extremos, salvando lo mejor de cada uno.

En general, el objetivo del distributismo es una sociedad de pequeños propietarios que puedan comerciar con cierta libertad. Sin embargo, esto no excluye la existencia de regulaciones que la autoridad pueda considerar necesarias para el bien común de la sociedad.

El sistema también incorpora un rol asistencial del Estado e incluso la provisión pública de algunos servicios, pero de forma subsidiaria. Es decir, que la autoridad política puede intervenir en estas áreas, pero solo en los casos donde las instancias inferiores de la sociedad (asociaciones, familias, etc.) no son capaces de hacerlo.

A nivel intelectual, el distribucionismo ha recibido una fuerte influencia de autores como Hilaire Belloc y Gilbert Keith Chesterton. Si bien son pocos los casos de aplicación plena del sistema, son muchos los partidos políticos que a lo largo del siglo XX han defendido, de forma más o menos directa, los principios del distributismo.

El origen del distributismo

Se criticaba la alternativa que representaba el socialismo, mientras se proponían las bases para un nuevo sistema económico

Si bien no se trata de un sistema económico restrictivo a ninguna afiliación religiosa, suele atribuirse a la Iglesia Católica es origen del distributismo. Más concretamente, la publicación en 1891 de la encíclica Rerum Novarum.

Dicho documento, dirigido en principio a los católicos de todo el mundo, tuvo una fuerte repercusión en su época, incluso fuera del ámbito religioso. En él, el papa León XIII denunciaba el sufrimiento de las personas más desfavorecidas por el sistema económico imperante en su época. Al mismo tiempo, también criticaba la alternativa que representaba el socialismo, y proponía las bases para un sistema nuevo que superase ambos.

A partir de esta encíclica, fueron dos escritores ingleses quienes comenzaron a construir las bases intelectuales de este sistema. Uno de ellos fue Hilaire Beloc, católico y activista político en el Partido Liberal del Reino Unido. El otro fue G. K. Chesterton, anglicano aunque más tarde convertido al catolicismo, más ligado al periodismo y la filosofía.

En los años 30, las ideas distribucionistas gozaron de gran popularidad en Estados Unidos, sobre todo en organizaciones sociales ligadas a trabajadores. A ello contribuyó, en gran medida, la influencia de Beloc y Chesterton en el ámbito intelectual. Además, el ambiente que se vivía en la época de la Gran Depresión llevaba a un repudio generalizado del capitalismo, lo que también fue decisivo.

Sin embargo, con el tiempo el distributismo no llegó a materializarse en una propuesta política concreta que pretendiera aplicarlo en plenitud. En su lugar, los gobiernos de Estados Unidos y Europa optaron por vías intermedias como el Estado de Bienestar. Alternativas que, aunque puedan tener puntos en común, se deben a influencias diferentes como el keynesianismo.

¿Qué es la subsidiariedad?

Se trata de que las instancias superiores de la jerarquía social no hagan lo que las instancias inferiores pueden hacer

El primer gran principio del distributismo es la subsidiariedad. En general, este concepto consiste en que la responsabilidad de un asunto debe recaer sobre la instancia más cercana en la jerarquía social. Todo ello, dentro de las competencias de cada nivel. Veamos un ejemplo.

Supongamos que, en una familia, un joven falta el respeto a su hermano. Naturalmente, a nadie se le ocurriría llamar a la policía: basta con un castigo por parte de los padres. Por lo tanto, el asunto queda resuelto dentro del ámbito familiar.

Imaginemos ahora que el mismo chico organiza una fiesta muy ruidosa en su casa. Los vecinos llaman a la policía de la ciudad, ya que esto entra en el ámbito de las ordenanzas municipales. Si el problema fuera de mayor gravedad, como un robo o asesinato, el joven pasaría a disposición de un juzgado penal, es decir, escalaría un nivel más en la jerarquía de la autoridad.

Para los distribucionistas, este mismo criterio que se aplica para los problemas de convivencia entre ciudadanos puede emplearse en la economía. Esto significa que las decisiones económicas deben tomarse, de forma preferente, siempre por la instancia más cercana.

De esta manera, el primer nivel de decisión sería el individuo. Esto implica que las personas deben tener un amplio grado de libertad económica, sin sufrir el intervencionismo del Estado.

El siguiente nivel sería la familia, a la que corresponderían cuestiones como la educación y la salud.

En un tercer nivel entrarían las asociaciones privadas. En la producción, se prefieren cooperativas o formas de participación de los trabajadores en los beneficios. Para otros ámbitos, como el asistencial, las asociaciones benéficas tendrían un gran protagonismo.

Por último, entraría en juego el Estado, para encargarse de los asuntos que exceden la capacidad de las instancias anteriores.

El rol de la propiedad privada

El objetivo es una sociedad de pequeños propietarios, que sean dueños de sus propios medios de producción

Para los distributistas, el principio de subsidiariedad también aplica sobre la titularidad y gestión de los bienes y servicios de la economía. Dado que la primera instancia en la jerarquía social es el individuo, esto significa que la forma por excelencia de ambas es la propiedad privada. De esta manera, el derecho de propiedad es un pilar fundamental del sistema.

La consecuencia lógica de esto es que los intercambios de bienes y servicios deben tener lugar, preferentemente, en el mercado. Por lo tanto, se asume una dinámica similar a la capitalista, donde la oferta y la demanda determinan los precios, que a su vez administran la escasez de los recursos.

En este sentido, podríamos decir que el distribucionismo se acerca más al capitalismo que al socialismo, ya que rechaza la propiedad estatal de los bienes de producción.

Sin embargo, el sistema también procura evitar que los medios de producción se concentren en pocas manos, como puede ocurrir en economías capitalistas. De la misma manera, critica que, en los mercados sin regulación, algunas empresas puedan crecer hasta el punto de eliminar a sus competidores más pequeños y convertirse en monopolios.

Desde este punto de vista, los distribucionistas defienden una regulación que evite estas situaciones y proteja la competencia.

El objetivo es una sociedad de pequeños propietarios, que sean dueños de sus propios medios de producción. De esta manera, se busca potenciar los beneficios de la propiedad privada, evitar los problemas del trabajo asalariado y asegurar la concurrencia.

En el sector agrícola, estas ideas se han interpretado en el sentido de que la tierra debe ser repartida entre pequeños agricultores. En otros sectores, las propuestas giran más en torno a la propiedad de las empresas, como las cooperativas industriales.

La solidaridad, principio básico del distribucionismo

Se busca un sistema donde las decisiones sean tomadas los individuos, que a su vez se sepan responsables del destino de los demás

En la óptica del distributismo, muy influida por los valores morales del cristianismo, la caridad juega un rol fundamental. A nivel social, esto introduce el tercer principio del sistema: la solidaridad entre las personas.

Este fundamento es tan importante que, en ocasiones, incluso llega a prevalecer sobre otros criterios, como la eficiencia económica. Tampoco se excluye, si es necesaria, una intervención del gobierno en este sentido.

Por lo tanto, el distribucionismo rechaza la idea de que las autoridades deben abstenerse de actuar en la asistencia social. En este sentido, toma distancia del capitalismo, al menos en su versión más simplista.

Sin embargo, esto no significa un acercamiento al socialismo. Por el contrario, se rechaza también la redistribución de la riqueza por parte del Estado.

La alternativa residiría en una vía intermedia: la intervención del gobierno sería legítima, pero de forma subsidiaria. Se busca un sistema donde las decisiones sean tomadas por los individuos, que a su vez se sepan responsables del destino de los demás.

Por ejemplo, si un desempleado tiene problemas económicos, el primer ámbito al que debería acudir es a la familia. Si esta no puede ayudarlo, habría un entramado de organizaciones benéficas que podrían hacerlo. Solo en el caso de que esta segunda instancia fallase, ahí entraría el rol del gobierno.

En este sentido, podríamos decir que el distribucionismo asigna una importancia primordial a la ética como principio rector en la toma de decisiones económicas. Una ética, a su vez, influida por un sistema moral donde la caridad y la solidaridad destacan entre los valores fundamentales.

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Federico J. Caballero Ferrari , 04 de marzo, 2025
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