La crisis ha puesto de manifiesto, por su ausencia, los beneficios del ahorro. Y es que no solo hablamos de un condicionante para el crecimiento futuro, sino de un elemento crucial para combatir la pobreza sobrevenida y, con ello, lograr el bienestar.
La llegada de una crisis económica de dimensiones tan destacadas como la que hoy se encuentra presente en nuestra economía ha despertado el ingenio de los agentes socioeconómicos que, como han ido pudiendo, se han ido adaptando al nuevo entorno que se nos presentaba. Con una mayor tasa de ahorro que ya figura en los indicadores económicos, la población en el planeta comenzó, ya en meses pasados, a “apretarse el cinturón” y, en este sentido, a prepararse para la situación que se nos avecinaba. Una preparación en la que, no obstante, el shock de oferta al que se han enfrentado estas economías, así como otros factores, ha desempeñado un papel determinante.
Como decíamos, el duro shock de oferta al que se enfrentaba la economía hizo que aquellos ciudadanos que no ahorraban, ante lo ocurrido, comenzasen a hacerlo. En este sentido, es lo que observamos al analizar economías como la española, donde la tasa de ahorro alcanza máximos históricos, y todo ello, en un escenario en el que las rentas y los beneficios empresariales se han desplomado notablemente. Y es que, lo que nos quiere decir este notable incremento de la tasa de ahorro no está tan relacionado con que los ciudadanos españoles hayan aprendido a ahorrar, sino que, como consecuencia de este duro shock, los ciudadanos se han visto en la obligación de ahorrar, habiendo generado un ahorro forzoso que, sumado a ese ahorro de previsión, dejan anomalías como la que muestra España; donde el ahorro muestra su mejor dato, desde que, en 1999, se iniciara la serie histórica.
Siendo más o menos forzoso, lo que podemos extraer de esta situación, y lo que se trata de resaltar en estas primeras líneas del artículo es que, como en crisis pasadas, una de las técnicas más empleadas por la ciudadanía a la hora de enfrentar los efectos de una crisis económica ha sido el ahorro. Un ahorro que no solo marcará el ritmo de la recuperación, ante esa mayor capacidad de la demanda, sino que debe convertirse en una de las lecciones que, ante lo sucedido, podemos extraer de esta pandemia. Pues tomando el mismo ejemplo de España, pero en momentos previos a la pandemia, el 30% de las familias en el país, pese al dato que hoy conocemos, llegaron a esta crisis, de acuerdo con el Observatorio del Ahorro Familiar de Mutualidad de la Abogacía, con un ahorro inferior a un mes de salario medio.
El ahorro: una asignatura pendiente
«Mientras Alemania se encuentra a la cabeza, junto a otras economías con gran potencial, las economías hispanohablantes, entre las que destaca también España, se muestran más rezagadas en este campo».
Se suele decir que la capacidad futura con la que cuenta un país para crecer se mide por el ahorro con el que cuentan los agentes económicos hoy en día. Y es que, como sabemos, es por ello por lo que suele decirse que la base del capitalismo es el ahorro, pues de este ahorro salen esos recursos para, en un futuro, invertir y aumentar el gasto en este tipo de partidas; fomentando así el crecimiento económico. Sin embargo, pese a que hablamos de una máxima en economía, no parece que esta máxima haya calado de la misma forma en todos los países que componen el planeta. Mientras Alemania se encuentra a la cabeza, junto a otras economías con gran potencial, las economías hispanohablantes, entre las que destaca también España, se muestran más rezagadas en este campo.
Latinoamérica
En lo que se refiere a la situación de los países de Latinoamérica, veamos cómo se encuentran los distintos países que componen la región en asuntos como el tratado. Para ello, los datos que utilizamos en el análisis han sido extraídos de organismos multilaterales como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), así como otros organismos como el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Así pues, lo que nos dice el Banco Interamericano de Desarrollo sobre las economías latinoamericanas, grosso modo, es que estas ahorran muy poco, a la vez que lo poco que ahorran, lo ahorran mal. Una situación que, atendiendo a los indicadores que ofrece el organismo, sitúa a la región en materia de ahorro, únicamente, por delante de África Subsahariana. Y es que, en lo que a datos objetivos se refiere, la región solo ahorra el 18% de su PIB, de acuerdo con el informe. Si atendemos a las principales economías desarrolladas, lo que observamos es que estos indicadores ascienden hasta situarse muy cerca del 35% de su respectivo nivel de PIB; lo que evidencia la existencia de problemas que impiden esa necesaria convergencia.
Como vemos, las cifras que muestran las economías latinoamericanas en materia de ahorro bruto como porcentaje del PIB son notablemente inferiores a las que muestran otras economías. Esta situación, como califica el BID, pone en riesgo el crecimiento y el desarrollo futuro de estas economías. Además, de estas cifras, se extrae que el 35% del ahorro total de la región está representado por los hogares latinoamericanos, por lo que el 60% les corresponde a las empresas en los distintos países que conforman este selectivo, así como un escaso 5% a los gobiernos. Unas cifras que, aun siendo similares a las que recogen otras economías, muestran el mal reparto de este ahorro, así como los riesgos que podrían derivarse de que esta situación se convierta en estructural.
España
Por otro lado, sobre los datos que conocemos acerca de la economía española, estos, de igual forma, se sitúan por debajo de los que muestran otras economías homólogas de su alrededor. Para ello, hacemos ese mismo contraste, pero con economías que presentan características similares a las que presenta España. En este caso, con economías de la Unión Europea.
Así pues, España, de la misma forma, es una economía que presenta una tasa de ahorro que se muestra muy distante de la que muestra la economía de referencia en la Unión Europea: la economía alemana. En este sentido, con datos de 2018, la tasa de ahorro como porcentaje del PIB en el país español se sitúo en el 22% del PIB. En este sentido, incluso México, siendo un país que debe corregir esta situación y que no se toma como ejemplo, presenta una tasa de ahorro superior a la que muestra la economía española. Pero no resulta curioso lo comentado ante un análisis que, centrando la vista en la gestión pública, muestra una falta de ahorro que ha acabado limitando la respuesta fiscal del país para combatir esta crisis que hoy nos afecta.
Y es que, si contrastamos con economías como la de la locomotora económica de la Unión Europea, ésta se sitúa rozando el 30% de su PIB. Estos datos nos muestran, al igual que en el anterior contraste, que España, como vemos, también presenta problemas que evidencian una necesidad de incrementar esta tasa de ahorro; y con ello el potencial crecimiento de esta economía, así como la preparación ante escenarios de crisis económica. Pues, pese a los datos que hoy se recogen en la tasa de ahorro, los que se muestran antes de ese shock de oferta determinante que remarcábamos al inicio no son tan positivos.
En definitiva, podríamos analizar con más detalle los datos que se ofrecen. No obstante, estos, en el análisis superficial de las tasas de ahorro bruto en relación con su nivel de PIB, ya muestran motivos suficientes para resaltar esta problemática, así como incentivar el ahorro. Pues de seguir así, no solo hablamos de una mayor limitación en lo que a los crecimientos futuros se refiere, sino que, de la misma forma, hablamos de una mayor vulnerabilidad de la ciudadanía en escenarios similares al que hoy vivimos.
Del gasto hormiga a los ahorros hormiga
«Todos estos costes hormiga, ahorrados y depositados en una cuenta, son ahorros hormiga que podrían ayudarnos a combatir situaciones como la actual».
Si nos paramos a analizar nuestras rutinas en el día a día, podemos observar que, desde que nos levantamos, cogemos el transporte para ir al trabajo, desayunamos, comemos, practicamos alguna actividad de ocio o hacemos deporte, tomamos una cerveza con amigos, vamos de compras, o hacemos alguna de las tantas actividades que se pueden realizar a lo largo del día. Como sabemos, estas acciones no son gratis, por lo que, al finalizar el día, habremos incurrido en una serie de gastos que, en la mayoría de los casos, ni siquiera hemos contemplado y analizado detenidamente. En otras palabras, asumimos unos gastos en los que solemos incurrir en caliente, que tenemos en nuestro día a día, y a los que, por norma general, no solemos darles importancia.
Estos gastos son los que los economistas definimos como “gastos hormiga”.
Sin embargo, de la misma forma que existen los gastos hormiga, tenemos otra serie de situaciones, muy similares en la práctica, en las que pudiendo obtener un ahorro, las prisas y no detenernos a pensar en la compra que estamos haciendo, así como a valorar decisiones y alternativas, nos llevan a, en ocasiones, no optar por la estrategia adecuada. De esta forma, llevándonos a una situación en la que tenemos que afrontar un mayor coste por adquirir un bien que podríamos haber adquirido en otro lugar de forma más económica. Ello, así como otros escenarios en los que estas mismas prisas, por la razón que sea, nos llevan a no detenernos delante de ofertas en las que, dedicando 5 minutos de nuestro tiempo, obtenemos un reembolso parcial de la cantidad desembolsada en un inicio.
Estos ahorros, aunque no se encuentran definidos como tal, son aquellos que a mí me gusta definir como ahorros hormiga. Todos estos costes hormiga, ahorrados y depositados en una cuenta, son ahorros hormiga que podrían ayudarnos a combatir situaciones como la actual, generando un colchón de ahorro en el largo plazo, y sin necesidad de incurrir en escenarios tan desagradables como el citado por el Observatorio del Ahorro Familiar. Y es que, la falta de educación financiera en el país, pese a que el 77% de los padres, como dice el Banco de España, la considera una necesidad en las aulas, nos lleva a no fomentar una cultura del ahorro, la cual podría llevarnos a una mejora considerable de nuestras vidas, aplicando ciertos patrones como el de ahorrar en todo aquello que hacemos a lo largo de nuestro día a día.
Así pues, no me estoy refiriendo a buscar el ahorro constante, a costa de un peor servicio y una peor calidad de vida. Sino que, como muestro, hablo de todas aquellas acciones en las que pudiendo obtener un ahorro, los tiempos y la necesidad, así como el no pararnos a pensar en lo que hacemos, nos lleva a tener que desembolsar mayor parte de nuestras ganancias; no permitiéndonos, por otro lado, maximizar nuestro beneficio. Una pausa que, de aplicarla, nos podría generar esos ahorros, así como el colchón necesario para afrontar imprevistos. Todo ello, a la vez que lo hacemos con la seguridad de que, con el paso del tiempo, menos familias ante el fomento de esta estrategia, deberán afrontar los efectos de esa (peligrosa) pobreza sobrevenida.