Libre albedrío
El libre albedrío es la facultad o capacidad que tienen los individuos para tomar decisiones y elegir, en todo momento, la alternativa que les parezca, así como la situación derivada de ello.
Es decir, el libre albedrío es la idea de que las personas tienen la capacidad real de tomar sus propias decisiones. Esto, en base a su propio criterio.
El concepto de libre albedrío es altamente complejo, y se encuentra dificultad para definirlo con precisión.
Cabe aclarar que cuando en el primer párrafo nos referimos a situación derivada, este es el tipo de sociedad resultante de la libre interacción de los individuos.
La RAE, por otro lado, define albedrío como “gusto o voluntad de la persona de que se trata, sin sujeción o condición alguna”. Asimismo, se refiere a libre albedrío como “potestad de obrar por reflexión y elección”. Por tanto, como elementos básicos comunes al concepto de libre albedrío, tenemos la libertad y la no sujeción a factores externos cuando hablamos de obrar o actuar.
Causas y consecuencias del libre albedrío
Para seguir indagando en el libre albedrío es preciso preguntarse cuáles son sus causas y consecuencias. Es decir, qué permite a las personas elegir libremente y cuáles son los efectos derivados de ello.
Algunos autores, y también otras personas que se hayan parado a reflexionar sobre la cuestión, defienden que no existe libre albedrío. Es decir, que las presiones externas son tan poderosas que provocan que las decisiones personales estén, en mayor o menor medida, determinadas.
Pero, para ver cuáles son sus causas y consecuencias, vamos a presuponer que este existe. O que, al menos, el criterio personal tiene algo de peso de entre todos los factores que intervienen al elegir una u otra cosa.
La causa del libre albedrío o libre elección es doble. Por un lado, está la racionalidad del individuo. El ser humano es un ser racional y como tal puede pensar y analizar qué decisión es la correcta. Aunque es obvio que esto no siempre es así, no somos máquinas perfectamente programadas. Por otro lado, el sistema de gobierno amplía el abanico de posibilidades. Uno tendrá mayor capacidad de elección y más opciones disponibles bajo un régimen de libertades que bajo un régimen dictatorial.
Por otro lado, las consecuencias de esta libertad de elección pueden ser de dos tipos, buenas o malas. Serán buenas si la responsabilidad del individuo es alta, si acarrea con todas las consecuencias derivadas de su libre elección. Por el contrario, si no se responsabiliza de sus actos, tendrán que surgir mecanismos externos que suplan esta falta de responsabilidad, tal y como hace el Estado paternalista.
Por ejemplo, si una persona va a 200 km/h con el coche tiene el riesgo de sufrir un grave accidente. Y si así ocurre, no debe ir buscando agentes externos ni evadiendo los posibles daños a terceros, debe responder ante él y ante los demás.
En economía
El libre albedrío, como la capacidad que tienen los seres humanos para elegir de acuerdo a sus propias preferencias, se ve claramente reflejado en ideologías económicas como el liberalismo o la idea del libre mercado.
Esta idea la encontramos en la famosa “mano invisible” de Adam Smith. Este concepto aludía a que la oferta y demanda de los distintos bienes y servicios concurrentes en una sociedad se autorregulaban en función de las necesidades de los propios consumidores. Es por ello por lo que ideologías de esta índole defienden el libre mercado y la abstención del Estado respecto a la provisión de bienes y servicios, ya que el intervencionismo puede alterar artificialmente este equilibrio.
Es decir, las empresas, gracias a estudios de mercado, histórico de ventas, modas, etc. prevén mejor la cantidad de bienes a fabricar que un grupo de burócratas situados al margen de la vida cotidiana. Además, el mercado se regula prácticamente día a día, mientras que el Estado tiene que hacer planes a largo plazo, lo que aumenta su probabilidad de fallo en estas previsiones.
Al contrario, encontramos ideologías qué bien por interés, o bien por convencimiento, son contrarias al libre albedrío. Marx, y otros pensadores intervencionistas, se oponían a esta idea. El filósofo afirmaba que el ser humano estaba alienado, es decir, que no era consciente de su propia vida y que, por tanto, no tenía capacidad real de elección, sino que todo estaba impuesto por el sistema bajo el que le había tocado vivir.
Sin embargo, el régimen que proponían los gobernantes socialistas y comunistas también negaba el libre albedrío, aunque sí que se vendía un estado de verdadera libertad. Esto lo hemos visto a lo largo de la historia gracias a regímenes como el castrista, la URSS, China o el norcoreano.