Siempre que nos vemos en una crisis económica, los gobiernos y medios de comunicación repiten el mantra de que hay que estimular el consumo. Ahora bien, ¿es esto cierto? ¿Es mejor una economía basada en el consumo que otra construida sobre el ahorro?
Lo primero que debemos señalar es que, en sentido estricto, no hay economías solo de ahorro o de consumo. Todas tienen ambas cosas, si bien la proporción entre ellas puede variar. En este artículo, explicaremos en qué nos afecta una variación de este equilibrio, en un sentido o en otro.
La importancia del consumo
Mientras más dinero ganemos satisfaciendo las necesidades de otros, más podremos gastar en nuestras propias necesidades
De ambas variables, el consumo es, en cierto modo, la más intuitiva. Para vivir, el hombre necesita consumir. Primero están las necesidades básicas, como agua, comida, ropa o vivienda. Pero luego empezamos a demandar otras cosas, todo lo cual supone consumir recursos. La pirámide de Maslow ilustra, aún con algunas imperfecciones, esta jerarquía del consumo humano.
Por lo tanto, parece bastante natural que trabajemos para producir bienes de consumo dirigidos a otros. A cambio, podremos gastar los beneficios consumiendo lo que nosotros mismos necesitamos. Esto significa que, mientras más dinero ganemos satisfaciendo las necesidades de otros, más podremos gastar en nuestras propias necesidades.
¿Y cómo podemos saber qué bienes necesitan los demás? En las economías de mercado hay un indicador que ha sido muy útil a lo largo de la historia: los precios.
Cuando consumimos, hacemos crecer la demanda de un producto con respecto a su oferta. Esto significa que, en términos relativos, ese bien es ahora un poco más escaso que antes. Lo cual permite, para el que lo vende, subir los precios.
A su vez, el crecimiento de los precios hace que producir ese bien sea más rentable. En el mercado, esto es una «señal» de que hay que producirlo en una mayor cantidad. Así, personas que trabajan en producir bienes con menos demanda pueden redirigir hacia aquí sus esfuerzos.
Por lo tanto, el consumo tiene varias funciones simultáneas. No solo satisface nuestras propias necesidades. Si añadimos el mercado a nuestro modelo, podemos también satisfacer las necesidades de otros. Y si además incluimos un sistema libre de precios, podemos saber cómo hacerlo con mucha más exactitud.
¿Por qué deberíamos ahorrar?
Ahorrar es posponer el consumo. Supone consumir menos ahora y vivir por debajo de nuestras posibilidades, a cambio de un mayor bienestar en el futuro
Sin embargo, ni siquiera todas estas virtudes son suficientes. El consumo es esencial, pero si solo consumimos, nunca podremos crecer. Seguiremos produciendo siempre de la misma manera, y el progreso económico sería inviable. Para evitar ese estancamiento, es necesario el ahorro. Veamos en qué consiste.
En esencia, ahorrar es posponer el consumo. Supone consumir menos ahora y vivir por debajo de nuestras posibilidades, a cambio de un mayor bienestar en el futuro.
En los manuales de economía suelen poner el ejemplo de Robinson Crusoe para explicar la importancia del ahorro. El punto de partida es una situación en la que el náufrago debe recoger cocos para sobrevivir, pero solo puede acceder a los más cercanos al suelo. Supongamos que, en estas condiciones, puede cubrir su consumo de 10 cocos al día.
Imaginemos ahora que, si Robinson tuviera una escalera, podría duplicar la cantidad de cocos que consigue al día. El problema es que construirla le llevaría una jornada de trabajo, y no puede dejar de comer en el proceso. Por eso, durante 5 días trabaja más de lo habitual, recogiendo 12 cocos, de los cuales consume 10 y ahorra 2.
De esta manera, Robinson vive por debajo de sus posibilidades durante 5 días, porque come menos cocos de los que podría. Acabado este periodo, trabaja durante un día en la construcción de la escalera, comiendo los cocos ahorrados. Al día siguiente, ya puede utilizar la escalera y recoger 20 cocos al día.
Del ahorro a la inversión
La mayor parte del ahorro suele traducirse en inversión gracias al sector financiero
¿Qué ha hecho nuestro náufrago en este ejemplo? Básicamente, trasladar su consumo presente al futuro. Ha practicado una austeridad dirigida a mejorar la productividad, porque los cocos que había ahorrado se transforman en inversión (la escalera). En otras palabras, ha llevado a cabo un proceso de ahorro y acumulación de capital.
Es evidente que no todo ahorro se traduce en una mejora productiva, porque también existe un ahorro dirigido a la acumulación de bienes en caso de contingencias. Por ejemplo, Robinson podría haber ahorrado esos 10 cocos para alimentarse si algún día se enferma y no puede salir a buscar comida.
Sin embargo, hoy en día la mayor parte del ahorro suele traducirse en inversión gracias al sector financiero. Recordemos que, cuando guardamos dinero en el banco, parte de ese capital suele acabar financiando proyectos de inversión de otras personas. De esta manera, podemos decir que el ahorro es una condición necesaria para que haya inversión, aunque ahorradores e inversores no sean necesariamente las mismas personas.
Otra vez los precios
Los precios de los bienes de consumo determinan, a su vez, los precios de los bienes de capital
¿Y cómo sabemos dónde invertir? Nuevamente, el sistema de precios puede orientarnos en este sentido.
Lo que ocurre es que la oferta y la demanda determinan los precios de los bienes de consumo, pero el proceso no acaba ahí. Porque estos precios, a su vez, limitan lo que los inversores estarán dispuestos a pagar por los bienes de capital, que permiten producir esos bienes de consumo.
Pensemos en el ejemplo de los cocos, pero no en la isla de Robinson Crusoe sino en otra donde hay una pequeña comunidad organizada bajo un sistema de mercado. Supongamos que la población crece y se demandan más cocos, pero es difícil aumentar la producción. Como hemos visto, el precio de estos tenderá a subir.
Esto significa que recoger cocos es más rentable que antes. Por lo tanto, quienes se dediquen a ello estarán dispuestos a pagar más que antes por una escalera. No solo eso, sino que habrá nuevos empresarios, atraídos por la rentabilidad del sector, que también demandarán escaleras. Así, un crecimiento en el precio de los cocos se acaba traduciendo en un encarecimiento de las escaleras.
En una economía de mercado, esto es una señal para dirigir el ahorro hacia la producción de escaleras. Y el proceso tampoco acaba aquí, porque subirán a su vez los precios de la madera, las herramientas, etc.
Lo contrario ocurre con precios a la baja. Si se abaratan los cocos por falta de demanda, se demandarán menos escaleras, y producirlas será menos rentable. Esta sería una señal del mercado para que los empresarios dejen de fabricar escaleras, y redirijan su capital hacia actividades más rentables.
Una interdependencia total
Las economías más pobres del mundo suelen caracterizarse por la escasez de ahorro
Por lo tanto, podemos afirmar que ahorro y consumo se necesitan mutuamente. Ya hemos visto que consumir es una necesidad, pero difícilmente podemos hacerlo sin bienes de capital que producen lo que necesitamos. Y para invertir en bienes de capital, es necesario ahorrar.
Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en las economías más pobres del mundo. En ellas, casi toda la actividad económica es consumo. Dado que muchas personas apenas pueden subsistir, queda muy poco margen para posponer el consumo y ahorrar. Y como consecuencia, tampoco pueden invertir y crecer.
Por otra parte, el ahorro sin consumo no tiene sentido. De hecho, el consumo es lo que envía «señales» a través de los precios para que el capital ahorrado se invierta en lo que la sociedad necesita. Por el contrario, si el capital ahorrado se dirige a producir bienes que nadie consume, los inversores acabarán arruinados y los consumidores no verán mejorado su bienestar. Lo mismo ocurre si ese capital se acumula y no se invierte en nada productivo.
A lo largo de la historia hemos visto muchos ejemplos de esto, especialmente antes del capitalismo. En los siglos XVI y XVII, por ejemplo, el comercio internacional ya generaba grandes beneficios. Pero buena parte de ellos se gastaba en bienes suntuarios o se acumulaba en monedas de oro y plata, en lugar de invertirse en actividades productivas. Como consecuencia, el crecimiento económico no llegó a grandes sectores de la población.
¿Se puede romper el equilibrio?
Una política fiscal redistributiva puede desnaturalizar la relación entre consumo e inversión
En conclusión, podemos decir que el precio de los bienes de consumo indica cuántos bienes de capital necesita la economía: a esto llamamos demanda. Y, a su vez, los bienes de capital determinan cuántos bienes de consumo se pueden producir: a esto llamamos oferta.
Ambas variables se encuentran en un proceso de ajuste permanente, lo que se traduce en movimientos de precios. La pregunta es, ¿qué ocurre cuando interviene un factor externo, como el Estado?
Imaginemos que se aprueban subsidios a sectores desfavorecidos y se pagan con emisión de deuda pública, o con impuestos a grandes patrimonios. En ambos casos, lo que ocurre es una transferencia de recursos del ahorro al consumo.
Al haber más demanda de bienes de consumo, su precio tenderá a subir, pero a partir de aquí el proceso de mercado se desnaturaliza. En condiciones normales, esto haría crecer la rentabilidad de las inversiones, generando incentivos para ahorrar. De esta manera, habría a largo plazo un movimiento de recursos en sentido inverso (del consumo al ahorro) que compensaría en parte al primero. En el proceso, se producirían más bienes y los consumidores acabarían viviendo mejor.
El problema es que, en este caso, esta recuperación del ahorro no puede ocurrir, porque el Estado ha extraído los recursos para hacerlo. Habría más demanda de bienes de consumo, pero no necesariamente de bienes de capital. Esto significa que la gente quiere consumir más, pero los empresarios cuentan con menos medios que antes para producir lo que demanda la sociedad.
Sin ahorro, no hay crecimiento
El ahorro es tan importante para el crecimiento económico que, de hecho, trasciende las ideologías políticas y los sistemas económicos
Esto nos permite entender por qué los países más ricos del mundo crecieron gracias al ahorro. Posteriormente, cuando alcanzaron un nivel de bienestar (y solo entonces), aplicaron políticas más redistributivas. En cambio, los países que han intentado crecer castigando la acumulación de capital desde el primer momento, han fracasado en su gran mayoría.
El ahorro es tan importante para el crecimiento económico que, de hecho, trasciende las ideologías políticas y los sistemas económicos. Prueba de ello es que países con regímenes tan distintos como Corea del Sur y China han podido crecer con rapidez, gracias a tasas de ahorro superiores a la media del mundo occidental.
Es esencial recordar esto, sobre todo cuando muchos mensajes políticos pretenden negar esta evidencia. Mientras tanto, desde Economipedia seguiremos informando a nuestros lectores, para que puedan aprender de la teoría y experiencia económicas y formar su propia postura al respecto.
Héctor Casas dice
Es muy clara la infomación analítica que presentan, explicando de manera sencilla los conceptos técnicos. Esto me da herramientas y me permite comprender, particularmente los conceptos de como funciona la economía y el mercado fnanciero.