Confinamiento
Un confinamiento consiste en una serie de medidas, decretadas por la autoridad competente, cuyo objetivo es reducir la movilidad de los ciudadanos de un territorio debido a un hecho excepcional relacionado con la salud o la seguridad.
Lo que hace el Estado es impedir la libre circulación de las personas en un territorio. De esta forma, se establecen una serie de obligaciones que, o bien, pretenden frenar una epidemia o pandemia, o preservar la seguridad de los ciudadanos. Todo esto conlleva unas consecuencias económicas negativas que deben tenerse en cuenta.
Un ejemplo fue el que se produjo como consecuencia de la pandemia de la COVID-19 en el mundo. Al ser un virus muy contagioso, se optó por decretar medidas para evitar su transmisión, como el cierre de ciertos establecimientos no considerados de primera necesidad.
Consecuencias económicas de un confinamiento
Las consecuencias económicas son de diversa índole. Primero, las relacionadas con los sectores afectados, siendo la industria el más relevante. Se paraliza la producción de bienes o servicios no considerados de primera necesidad, afectando de forma negativa al producto interior bruto (PIB).
Por otra parte, en el sector servicios se lleva a cabo un cierre selectivo de diversos establecimientos. Normalmente, aquellos que no proveen de bienes básicos y que en algunos países suponen un porcentaje significativo del PIB. Por ejemplo, en España se cerró el comercio, la hostelería y el turismo, que suponían un 30% del PIB y del empleo.
A su vez, el cierre del sector secundario y terciario afecta al primario, la agricultura y ganadería. Al reducirse la demanda, se reduce la oferta. Al tratarse de sector con cierta rigidez, si con posterioridad vuelve a aumentar la demanda, se produce una subida de precios (inflación).
Además, el consumo se reduce al paralizarse la actividad productiva. Lo mismo sucede con el ahorro, ya que gran parte de la población activa obtiene menores ingresos y necesitan utilizar una parte de él para los gastos corrientes que antes financiaban con esas rentas.
Todo esto se ve agravado por la bajada de la recaudación, el incremento del déficit público y de la deuda pública. Así, el Estado debe ayudar a los más necesitados y financiar ciertos gastos necesarios como el sanitario. Todo esto conlleva un mayor endeudamiento público.
El efecto sustitución en un confinamiento
Parte de esa industria es sustituida por otras de aquellos bienes y servicios que se convierten en necesarios, dándose un efecto sustitución. Por ejemplo, durante una pandemia, es habitual incrementar el gasto sanitario, sobre todo en medicamentos, test diagnósticos o vacunas.
Además, se hacen obligatorios ciertos productos como las mascarillas para ciudadanos y sanitarios. Incluso, en algunos casos, es necesario producir otros como los guantes de látex o los trajes especiales de protección. Por supuesto, no podemos olvidar el sector tecnológico, que se ha visto beneficiado por las relaciones virtuales, por ejemplo, el teletrabajo.
La falacia de la ventana rota, explicada por el economista F. Bastiat, pone de manifiesto que las consecuencias negativas suelen acabar superando a las positivas. En definitiva, la economía de ese país acaba teniendo un crecimiento negativo de su PIB, incluso con el efecto sustitución.
Medidas económicas en un confinamiento
Este efecto sustitución no es suficiente y es necesaria una intervención pública. El Estado debe apoyar a los perjudicados con un mayor gasto público. Además, se ponen en marcha los llamados estabilizadores automáticos, que permiten, en cierta medida, sostener la demanda agregada.
Una de las medidas consiste en llevar a cabo políticas fiscales expansivas. En algunos casos dirigidas a la población, con ayudas directas. En otros, a las empresas, financiando parte de sus gastos fijos o de sus costes laborales.
Este es el caso de los expedientes temporales de regulación de empleo (ERTES) en España durante la COVID-19. En los cuales, el Estado se hacía cargo de parte de los costes laborales de las empresas, de manera que estas no tuvieran que recurrir a los despidos.
Todo esto acompañado de una reducción, temporal o permanente, de impuestos, sobre todo de los indirectos, como el impuesto del valor añadido (IVA) de productos de primera necesidad. Sin embargo, esta bajada debe ser prudente, ya que va a afectar al déficit y la deuda pública.
También se opta por políticas monetarias expansivas que tienen como objetivo paliar el efecto sobre los mercados. De esta forma, los bancos centrales proceden a comprar deuda pública para, por un lado, impedir una subida de tipos de interés que provoque el llamado efecto crowding out, y por otro, para proveer de liquidez al sistema financiero y que este pueda prestar.
El confinamiento en la pandemia de la COVID-19
La pandemia provocada por el virus SARS-CoV-2 (COVID-19) supuso un antes y un después en todo el mundo. La mayor parte de los países que optaron por el confinamiento y establecieron una serie de requisitos. Se mantendrían abiertos, exclusivamente, aquellos establecimientos que pudieran proveer a la población de productos básicos como la comida.
Así, se decidió cerrar de manera preventiva ciertos establecimientos. En general, los relacionados con sectores como la hostelería, el alojamiento, el turismo o el comercio no considerado de primera necesidad. Posteriormente, se abrieron, pero con horarios y condiciones sanitarias de protección para los ciudadanos.
Por otro lado, también se paralizó gran parte de la actividad industrial y, como hemos mencionado antes, esto afectó al resto de sectores, sobre todo el primario. Aun así, algunas actividades, como la tecnológica o las de fabricación de bienes y servicios de salud, se vieron beneficiadas con un aumento de sus ventas.
Por último, el sector público tuvo que incrementar sus gastos para proveer a los ciudadanos de los cuidados necesarios. Por ejemplo, las vacunas contra el coronavirus o los test diagnósticos se volvieron esenciales. Este gasto tuvo que financiarse con un mayor endeudamiento, debido a la bajada de la recaudación al paralizarse parte de la actividad económica.
El confinamiento de la COVID-19 en algunos países
Veamos dos ejemplos, el de México y el de España. Vamos a tomar como referencia la pandemia ocurrida en 2020 debido a la COVID-19 y las medidas que se llevaron a cabo para paliarla.
México
México partía de una situación económica delicada, debido a los efectos de la crisis financiera de 2008 y a una serie de debilidades estructurales. Por ejemplo, la carencia de inversiones o un consumo excesivamente bajo.
Se tomaron medidas sanitarias drásticas que afectaron a sectores como la hostelería o el turismo, este último muy importante en el país. El aumentó del desempleo y la reducción de los ingresos de las empresas llevó al gobierno a una intervención incrementando el gasto público, que no pudo financiarse con la baja recaudación, recurriéndose a la deuda pública.
El banco central llevó a cabo políticas monetarias expansivas para evitar las subidas de tipos de interés. Además, lo acompañó de otras medidas no convencionales dirigidas a proveer de liquidez a una economía maltrecha. Todo ello mitigó las consecuencias, aunque no fue suficiente.
España
España también partía de una situación desfavorable. En el año 2014 comenzó cierta recuperación de la crisis de 2008, pero en 2019 todavía se arrastraban muchos problemas estructurales. Entre ellos el excesivo desempleo característico de ese país.
En 2020 el producto interior bruto (PIB) tuvo un decrecimiento de dos dígitos. Sin embargo, gracias a la ayuda de la Unión Europea, a través de los fondos europeos, este creció algo más del 5%. Esto no fue suficiente para paliar los efectos de la pandemia en la economía.
El gobierno actuó sobre los gastos fijos de los sectores afectados: hostelería, comercio y turismo, que representaban un 30% del PIB y de empleo. Pero estas medidas no se tomaron desde el principio, abocando a estas empresas, pequeñas y medianas (Pymes) a soportar estos costes y tener que recurrir a la financiación ajena e incluso a terminar cerrando.
E Banco Central Europeo (BCE) tomó medidas no convencionales de aporte de liquidez a la economía, comprando deuda pública en los mercados. Las medidas de política fiscal incluyen las ayudas a las empresas para mitigar los costes laborales, a través de los ERTES. Estas ayudaron a superar la crisis provocada por el confinamiento, pero tampoco fueron suficientes.