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Federico J. Caballero Ferrari

Redactor en Economipedia. Economista y profesional del sector financiero. Graduado en Economía en la Universidad Autónoma de Madrid (España) y UNED, MBA en Cerem Business School (España). Estudios de posgrado en las universidades de Maastricht y Utrecht (Países Bajos). Con experiencia en banca privada y de inversión, Federico se dedica actualmente a la optimización y mejora de procesos en el ámbito financiero.

Artículos publicados por Federico J. Caballero Ferrari en Economipedia

Los 5 retos de la economía mundial en 2023

En nuestra última publicación habíamos explicado cómo había sido el año 2022 para la economía mundial. Un año atípico, marcado por la vuelta de la inflación y por factores externos como la guerra de Ucrania, que abre ante nosotros un escenario completamente nuevo. Por ello, en este artículo vamos a explicar cómo se presenta el año que comienza y los desafíos que nos esperan.

¿Combatir la inflación o convivir con ella?

Se trata de encontrar una tasa de interés que permita combatir la inflación sin tirar por la borda todo lo conseguido desde la pandemia

Todos estamos de acuerdo en que la inflación es un lastre para la economía, tanto a nivel macro como para nuestras finanzas personales. Incluso los economistas que defienden que el alza de los precios ayuda a impulsar la producción, como plantea la Curva de Phillips, se refieren a tasas de inflación más bajas que las que tenemos ahora.

Eso significa que casi ningún banco central, en principio, está conforme con la inflación registrada en su país. Lo cual nos lleva a pensar que la tendencia general de la política monetaria será mantener, o incluso reforzar, la senda restrictiva que comenzó en 2022.

Las medidas suelen variar según el país, pero en la mayoría de los casos el instrumento preferido suele ser la subida de tipos de interés. Ya lo han hecho la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), el Banco Central Europeo y el Banco de Inglaterra, los cuales también han anunciado que seguirán haciéndolo a corto plazo. Las autoridades monetarias de otros países también se han sumado, y es previsible que se mantengan en esta senda.

Ahora bien, si la inflación es tan negativa y se puede combatir subiendo tipos de interés, ¿por qué no apostar por subidas más agresivas? La razón es que encarecer la financiación restringe el crédito, y esto tiene un impacto negativo sobre el crecimiento económico. Estamos hablando de menos consumo, menos inversión y, por supuesto, menos creación de puestos de trabajo.

Por ello, el reto consiste en encontrar una tasa de interés que permita combatir la inflación sin tirar por la borda todo lo conseguido desde la pandemia. Sin embargo, esa moderación puede retrasar la lucha contra la subida de precios y obligarnos a convivir con tasas de inflación más altas de lo que nos gustaría.

Un nuevo equilibrio monetario

Todas las economías, de una manera u otra, se verán afectadas por las subidas de tipos en EE. UU.

Como hemos explicado en el artículo de «Cuando EEUU tose, el mundo se resfría», las subidas de tipos en EE. UU. suelen empujar al alza la cotización del dólar con respecto a las monedas de mercados emergentes por la atracción de capitales internacionales.

Esta dinámica, a su vez, suele «arrastrar» a los bancos centrales de esos países a subir también sus tipos de interés para evitar una devaluación. Lo hemos visto una vez más en 2022, y si se cumplen los anuncios de la Fed, es probable que lo sigamos viendo en 2023.

En principio, el hecho de que la cotización de las divisas oscile en los mercados internacionales no es algo nuevo. Sin embargo, mientras más tiempo se extienda este efecto «arrastre» de las subidas de tipos, más probable es que afloren las diferencias entre el contexto económico de cada país y el de EE. UU. En otras palabras, los bancos centrales emergentes pueden seguir a la Fed durante un tiempo, pero no indefinidamente.

Para los bancos centrales que ponen objetivos sobre la cotización de su moneda con respecto al dólar, el reto es encontrar una nueva tasa de interés que permita alcanzar esa meta. Todo ello, pensando también en los efectos sobre su propio balance y, en algunos casos, también el crecimiento del PIB o la deuda pública.

En aquellos países donde la cotización de la divisa es más libre, el reto también es significativo, ya que el sector privado se verá afectado igualmente. Un cambio en el precio de la moneda más importante del mundo no solo repercute sobre importadores y exportadores, sino también sobre precios y salarios de toda la economía.

El papel de los inversores

El reto es mantener un nivel de inversión en energía y materias primas para que la producción pueda seguir creciendo, bajo una regulación cada vez más restrictiva

La gran mayoría de los economistas, sobre todo los de la escuela keynesiana, suele afirmar que las subidas de tipos de interés tiene un efecto negativo sobre la inversión. Esto ocurre, en teoría, porque la financiación se vuelve más cara, y ello desincentiva a los inversores a endeudarse y reduce la rentabilidad de muchos proyectos empresariales.

Aquí no comentaremos la discusión teórica, pero podemos señalar que muchos sectores económicos sufren desde hace años un problema de falta de inversión. Además, y esto quizás sea lo más importante, este problema repercute en nuestro día a día a través de los precios de las materias primas y de la energía.

En el primer caso, en 2021 dedicamos un artículo a explicar por qué las materias primas se estaban encareciendo. Pero más allá del problema de la laxitud monetaria, podemos añadir el retraso de la inversión para tener efectos reales en la producción de materias primas.

La razón del problema se encuentra en que, a diferencia de otros sectores, en algunas materias primas la inversión tarda mucho tiempo en impulsar la producción. Si un local de comercio minorista o un pequeño taller pueden estar listos en unas pocas semanas, poner en funcionamiento una mina de cobre o un pozo de petróleo lleva mucho más tiempo.

Por ello, si bien la inversión empresarial se vio impulsada en 2021 y 2022, es probable que tardemos un tiempo en ver sus efectos reales en la economía. En el caso del mercado energético, hay que sumar el efecto distorsionador de las sanciones a Rusia, uno de los mayores proveedores de petróleo y gas natural del mundo. Además, tampoco podemos olvidar las políticas medioambientales de muchos gobiernos, que aplican toda clase de impuestos y restricciones al sector.

En este sentido, el reto de la economía mundial es mantener un nivel de inversión en energía y materias primas para que la producción pueda seguir creciendo. Y lo que es más difícil, conseguirlo bajo un marco regulatorio que no deja de poner piedras en el camino.

El problema de la deuda

Familias, empresas y gobiernos pueden verse obligados a hacer ajustes para afrontar los nuevos tipos de interés

Por otra parte, el impacto de las subidas de tipos sobre los mercados financieros no se limita a la inversión en nuevos proyectos. También afecta a quienes están endeudados con préstamos a tipo variable, y a quienes necesitan refinanciar deudas anteriores.

En el primer caso, muchas familias tienen por delante un desafío importante a la hora de afrontar tipos de interés crecientes. El impacto es diferente en cada caso, pero suele ser mayor cuanto más grande sea el capital prestado. Es el caso, por ejemplo, de los préstamos hipotecarios.

En cualquier caso, estas familias deberán enfrentarse a un escenario en el que su presupuesto de gastos crece sin que su nivel de vida mejore en proporción. Pero eso no significa que no puedan hacer nada para evitarlo, ya que también existen recursos al alcance de la mayoría de personas. Se trata de alternativas variadas, que van desde renegociar las deudas pasándolas a tipo fijo hasta hacer más eficiente el presupuesto familiar, pasando por proteger el ahorro.

En este sentido, también es importante mencionar a uno de los deudores más importantes en la economía mundial: los estados. Ya sea por un déficit excesivo durante la pandemia o por la herencia de un desequilibrio anterior, en la mayor parte del mundo la deuda pública ha crecido hasta niveles nunca vistos.

Esto ha despertado menos preocupación cuando los tipos de interés eran más bajos, ya que bastaba con renovar los vencimientos de deuda a través del rollover. Pero ahora, en un escenario con tipos más altos, el panorama cambia por completo.

Supongamos que un país con una deuda pública del 100 % del PIB paga en promedio un 1 % de interés, y el presupuesto del gobierno equivale a un 40 % del PIB. Cada año, el gobierno pagará el 1 % del PIB (o el 2,5 % de su presupuesto) por intereses de deuda.

Ahora bien, si los tipos suben al 5 %, el pago anual de intereses supondrá un 5 % del PIB, lo que equivaldría al 12,5 % del presupuesto del gobierno. Como podemos comprobar, si lo analizamos a nivel presupuestario el impacto puede ser muy importante.

Naturalmente, esto no ocurre de un día para otro y lo normal es que los gobiernos vayan renovando su deuda gradualmente a lo largo de los años. Sin embargo, eso solo significa que las autoridades tendrán algo más de tiempo para hacer ajustes, no que se verán libres de hacerlos.

¿Y si la recesión no fuera el peor escenario?

Puede haber un cierto conflicto de objetivos entre los bancos centrales, que buscan frenar la inflación, y los gobiernos, que intentar evitar la crisis económica

Como vemos, el remedio contra la inflación suele ser amargo, no solo para la economía a nivel macro, sino también para las finanzas personales de cada uno. Cada vez más analistas hablan de una recesión en 2023, e incluso algunos bancos centrales ya hablan de desaceleración.

A nadie le gusta pasar por una recesión, especialmente si consideramos los efectos sociales que las crisis suelen tener. Las crisis sociales, además, suelen tener efectos electorales, y esto preocupa especialmente a los gobiernos.

Por ello, en algunos países puede haber un cierto conflicto de objetivos entre los bancos centrales, que buscan frenar la inflación, y los gobiernos, que intentar evitar la crisis económica.

En este punto, el desafío consiste en que el deseo de evitar una recesión no nos obligue a convivir con tasas de inflación anormalmente altas durante mucho tiempo. Si esto ocurriera, quizás se pueda evitar una contracción del PIB en 2023, pero a costa de lastrar el crecimiento económico del futuro.

En otras publicaciones hemos hablado de los efectos de una inflación prolongada: se destruye el valor real del ahorro, lo que impide la formación de capital financiero para invertir. Al no haber inversión, el capital físico y humano tiene grandes dificultades para expandirse, lo cual, con el tiempo, frena el crecimiento de la productividad. Y como la productividad se estanca, también lo hacen los salarios reales.

En resumen, se trataría de un escenario engañoso donde parece que se evita la recesión y la economía siempre crece porque indicadores como el PIB nominal se mantienen en positivo. Pero a un nivel más profundo, la economía entraría en un ciclo de larga decadencia, donde el crecimiento real cada vez es más débil y la calidad de vida va empeorando poco a poco.

Este es quizás el reto más difícil de la economía mundial en el nuevo año que comienza. Los desafíos anteriores que hemos mencionado también marcarán la agenda de familias, empresas y gobiernos, y tampoco podemos descartar que surjan otros nuevos.

En cualquier caso, desde Economipedia seguiremos estando a disposición de nuestros lectores para analizar la actualidad económica y cómo nos afecta.

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¿Cómo ha sido el año 2022 para la economía mundial?

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Trucos para que la Navidad no acabe con tu salud financiera

Se acerca la Navidad y, con ella, unos gastos extraordinarios que no siempre sabemos afrontar. Por ello, en este artículo explicaremos algunos consejos para que nuestras finanzas personales no se vean afectadas más de lo necesario en esta época tan especial.

Ante todo, seamos previsores

Debemos adelantar todo lo posible las compras, evitando las de última hora y aprovechando los periodos de ofertas

Como todos sabemos, las fechas más próximas a la Navidad suelen ver un aumento de precios en muchos productos, sobre todo relacionados con regalos o alimentos. Esto ocurre porque a las compras de última hora se suma la caída de la producción por las vacaciones. En otras palabras, menos oferta y más demanda, empujando al alza los precios.

Nos guste o no, esta es la dinámica propia de cualquier economía de mercado. No podemos impedirla, pero sí reducir al mínimo su impacto sobre nuestra salud financiera. Por ello, lo primero que debemos procurar es afrontar estas fechas con previsión.

Ser previsores consiste, principalmente, en adelantar todo lo posible las compras de los regalos. Debemos evitar las compras de última hora, y si es posible, aprovechar los periodos de ofertas. En Estados Unidos, más del 76 % de los consumidores compran sus regalos de Navidad durante el Black Friday por este motivo.

Sin embargo, también es posible ser más previsores aún y pensar en la próxima Navidad ya desde las rebajas de julio y agosto. Y si esto no es posible, siempre se pueden retrasar las compras a enero, una opción que elige el 20 % de los consumidores españoles.

Previsión, ¡hasta en la comida!

Los alimentos congelados son una buena opción para adelantar nuestras compras dirigidas a comidas familiares

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En cuanto a los alimentos, es evidente que no todos se pueden comprar con tanta antelación. Sin embargo, muchos pueden conservarse en el congelador durante meses, lo que nos permite adelantar su adquisición.

Gracias a ello podemos evitar el tradicional repunte de los precios en las fechas cercanas a la Navidad, ayudándonos a rebajar el coste de las comidas familiares. Por ese motivo, es importante saber qué productos suelen subir más de precio en nuestro país y, en la medida de lo posible, comprarlos con anticipación.

Aquí no podemos señalar productos concretos, ya que como observamos en la gráfica superior, en este sentido el mundo hispano no presenta demasiados patrones comunes. La variedad en la gastronomía de la región hace que los alimentos más demandados cambien por completo de un país a otro. En Argentina, por ejemplo, los tres productos que más se encarecieron en diciembre son cortes de carne vacuna. En España, por el contrario, la carne que más suele subir de precio es la ovina.

Pero las diferencias no se limitan a la carne: en los países más cercanos al Ecuador la demanda de plátanos suele crecer en estas fechas, cosa que no ocurre en el resto de la región. El pescado, por su parte, ocupa un lugar destacado en las gastronomías española, peruana y chilena, pero se encuentra más relegado en los rankings de otros países.

Alternativas para una buena cena familiar

Hay una gran variedad de posibilidades para preparar comidas familiares, evitando los alimentos que más se encarecen en estas fechas

Ahora bien, ¿qué ocurre con los alimentos frescos, que no se pueden comprar con tanta antelación? Como acabamos de ver, algunos de los productos que más se encarecen son la patata, el plátano o los huevos, que no pueden ser congelados.

En estos casos, la única alternativa de ahorro que nos queda es buscar recetas que utilicen ingredientes distintos a los tradicionales de la gastronomía navideña. En España, por ejemplo, deberíamos evitar el cordero o el pescado. Recordemos que en 2021, estos fueron los productos que más subieron de precio en diciembre, un 7,5 % y 6 % respectivamente.

En internet podemos encontrar una gran variedad de recetas para comidas familiares con los ingredientes alternativos que queramos utilizar, y esto puede ahorrarnos mucho dinero. A veces no es necesario cambiar por completo la receta, sino buscar sucedáneos más económicos. Si vivimos en Argentina, por ejemplo, podemos recurrir a la carne de cerdo o de pollo para reemplazar al vacuno.

En cambio, si queremos mantener los productos más tradicionales, debemos saber que pagaremos un sobreprecio por ellos en esta época del año. Si es así, se hace imprescindible al menos contar con un presupuesto que nos permita planificar estos gastos de antemano.

La importancia de un buen presupuesto

Es importante revisar nuestros ingresos y gastos con antelación, ver cuánto podemos gastar, y con base en eso, decidir lo que compramos

Como hemos explicado en publicaciones anteriores, contar con un presupuesto a nivel personal o familiar es esencial para ordenar nuestros gastos. En este caso, se trata de incluir una estimación de los gastos relacionados con la Navidad. No podemos pretender poner una cifra exacta, sino más bien un límite máximo que podemos permitirnos, el cual debemos esforzarnos por no superar.

El hecho de presupuestar los gastos puede parecer algo trivial, pero en realidad puede marcar una gran diferencia para las familias más ahogadas por los gastos. Para muchos, primero se hacen las compras navideñas y luego se decide cómo se pagan (con los ingresos regulares, ahorros, deuda, etc.). Sin embargo, esto es un error.

De hecho, es recomendable hacer el camino inverso: revisar nuestros ingresos y gastos con antelación, ver cuánto nos podemos permitir gastar, y en base a eso, decidir lo que compramos. La diferencia es fundamental, porque no es lo mismo pasar el mes de diciembre ahorrando menos de lo habitual que llegar endeudados a enero.

Recortando gastos

Se trata de vivir con más austeridad durante algunas semanas, para compensar los gastos extraordinarios de esta época del año

Dependiendo de la situación de cada uno, puede ser necesario revisar el presupuesto en su totalidad, no solo los gastos navideños. Esto significa que si no tenemos margen para asumir los gastos previstos, quizás debamos recortar otros.

Este ejercicio debería centrarse en los gastos superfluos, no en cosas que necesitamos de forma recurrente. Rebajar la factura del teléfono o cancelar una suscripción que no utilizamos siempre es una buena idea, pero aquí deberíamos poner el foco en otras cosas. Podemos reducir las salidas al cine o al restaurante, o moderar las compras superfluas.

Otra forma de regalar

Alternativas como el amigo invisible permiten hacer menos, pero mejores regalos, reduciendo el coste total para las familias

En cuanto a los regalos, en los últimos años se ha extendido por todo el mundo la tradición del amigo invisible. Esta costumbre, que ha arraigado de forma particular entre los jóvenes, consiste en que dentro de un grupo de personas, cada integrante debe hacer solo un regalo. El beneficiario de ese regalo se elige por un sorteo secreto antes de empezar, y normalmente se pone un límite máximo de gasto.

La principal ventaja de esta modalidad es que evita gastar mucho dinero en una gran cantidad de regalos para muchas personas, sin poder pensar demasiado en qué regalar a cada uno. En su lugar, podemos dedicar más tiempo y dinero a hacer un regalo más especial a una persona concreta.

De esta manera, se prioriza la calidad de los regalos sobre la cantidad. Sin olvidar, por supuesto, que también se reduce el coste total para las familias.

¿El fin de las cenas de empresa?

Se trata de buscar alternativas que fortalecen el espíritu de equipo, mientras reducen el coste para la organización

Por último, si tenemos una empresa debemos saber que en los últimos años se han ido consolidando alternativas a la tradicional cena de empresa de Navidad. En la mayoría de los casos, sirviendo un cóctel en lugar de una cena con menú completo.

Sin embargo, también se están popularizando otras actividades como la participación en eventos benéficos o talleres organizados por la empresa. En cualquier caso, se trata de alternativas que permiten fortalecer el espíritu de equipo, como ocurre con las cenas, a la vez que reducen el coste para la organización.

En resumen, aquí hemos comentado algunos consejos generales para reducir el impacto de la Navidad sobre nuestro bolsillo, pero las circunstancias de cada uno pueden dejarnos muchas enseñanzas más. Por ello, desde Economipedia animamos a nuestros lectores a poner en práctica nuestros consejos y comentar sus experiencias.

  • Actualidad
  • Análisis económico

¿Cuál es el futuro de las economías de América Latina?

En multitud de ocasiones nos hemos preguntado cuál es el futuro de una región tan rica en recursos y tan empobrecida. En este artículo, haremos un análisis de esta cuestión desde los fundamentos del crecimiento económico.

Lo primero que debemos señalar es que las economías englobadas dentro del término “América Latina” (o más exactamente, Hispanoamérica) son en realidad muy diversas. Siguiendo, en muchos casos, caminos completamente diferentes, con más o menos éxito.

De esta manera, vemos que la historia económica argentina no tiene nada que ver, por ejemplo, con la de Chile, a pesar de ser países limítrofes. Lo mismo ocurre si comparamos Colombia con Venezuela, o Nicaragua con Panamá.

Precisamente por este motivo, en este artículo intentaremos ir más allá de un análisis coyuntural de las circunstancias de cada país. La política económica de los distintos gobiernos, aún con grandes similitudes a veces, nunca es idéntica y va cambiando con el tiempo, lo que impide un análisis atemporal.

Algo similar ocurre con cuestiones como la devaluación, los tipos de interés y los mercados de materias primas. Factores que, si bien son decisivos en las economías de la región, influyen de manera muy diferente según la coyuntura del momento.

Por ello, y dado que el objeto del artículo es el futuro de Hispanoamérica, nos centraremos en el aspecto de la economía que mira hacia el futuro: el proceso de crecimiento económico.

¿Cómo se hacen ricos los países?

La acumulación de capital es lo que permite agregar valor al trabajo de las personas, permitiendo que mejoren los salarios de los trabajadores

En las economías capitalistas, la mejora de la calidad de vida de los trabajadores es posible gracias a la acumulación de capital. En pocas palabras, lo podemos resumir así: los negocios dan beneficios, esas ganancias se acumulan con el tiempo y se reinvierten para producir más y mejor, o a un coste más bajo.

La productividad de los trabajadores aumenta y con ella, el empleo y los salarios. Y dado que las empresas producen más barato que antes gracias al nuevo capital, los trabajadores se encuentran con más dinero en el bolsillo y productos más baratos a su disposición. En resumen: su trabajo es más valioso, y gracias a ello viven mejor.

En líneas generales, este es el proceso de crecimiento que tuvo lugar en Europa y Estados Unidos durante las dos primeras revoluciones industriales. Gracias a él, millones de personas salieron de la pobreza y engrosaron las filas de lo que hoy llamamos clase media. La pregunta es si esa receta de éxito sigue siendo válida, y si es así, cómo se puede aplicar en las economías hispanas.

Una receta universal

Para acumular capital, se necesitan un ahorro previo y estabilidad a largo plazo

Con respecto a la primera pregunta, podemos encontrar casos de éxito más recientes que parecen confirmar que este proceso de crecimiento puede seguir siendo válido en el siglo XXI. Estos países han conseguido reducir de forma muy significativa la pobreza, crear empleos de gran valor añadido y elevar el nivel de vida de sus habitantes.

Por citar algunos ejemplos, Corea del Sur y Taiwán son los casos más paradigmáticos en Asia. En Europa, las repúblicas bálticas y en menor medida Irlanda también pueden ser incluidas en este grupo.

Con respecto a la segunda cuestión, es importante tomar como punto de partida el proceso que hemos descrito. Hemos dicho que para que mejore la calidad de vida de los trabajadores, su productividad tiene que aumentar, y que para ello, tiene que haber inversión. A su vez, la inversión necesita dos cosas: ahorro y estabilidad a largo plazo.

La importancia del ahorro

El ahorro es esencial para el crecimiento porque es lo que proporciona recursos para invertir

Si hacemos caso al imaginario popular, parece como si existiera una percepción algo paradójica del ahorro. Por un lado, todos deseamos tener la posibilidad de ahorrar para el futuro. Si nos encontramos con una persona que, pudiendo hacerlo, no ahorra, probablemente la tacharíamos de imprudente. Bajo esta perspectiva, el ahorro es algo positivo, una señal de que somos previsores y miramos hacia el futuro.

Sin embargo, cuando ampliamos el enfoque al resto de la sociedad, el ahorro parece convertirse súbitamente en algo negativo. Cuando hay una crisis, la receta de la mayoría de los gobiernos suele ser gastar más y ahorrar menos. En los meses posteriores a las cuarentenas, incluso se nos animaba a que saliéramos a gastar lo que habíamos ahorrado cuando estábamos encerrados en casa.

Esta era la manera, supuestamente, de reactivar la economía. Ahora bien, ¿cómo puede ser que ahorrar sea bueno si lo hace una persona, pero malo si lo hace toda la sociedad?

La respuesta es que el ahorro a nivel agregado no es malo en absoluto. Al contrario, es esencial para el crecimiento porque es lo que proporciona recursos para invertir. De hecho, los países con tasas más altas de ahorro suelen experimentar procesos bastante sólidos de crecimiento económico.

Cuando un trabajador guarda una parte de su sueldo en el banco, o un empresario decide dejar sin repartir una parte de los beneficios de su empresa, esos recursos se pueden redirigir a inversiones que mejoran la productividad de la economía. Estas inversiones pueden tomar forma de capital físico (máquinas, infraestructura, etc.) o humano (mejorando las habilidades de los trabajadores).

Si el país no genera un excedente suficiente de ahorro, siempre existe la inversión extranjera, como ha ocurrido por ejemplo en los países bálticos. Pero para que lleguen capitales foráneos, igual que para acumular ahorro nacional, es necesario un segundo factor: estabilidad a largo plazo.

Una economía previsible

Detrás de toda inversión es necesaria una cierta estabilidad, tanto económica como regulatoria

El hecho de ser previsible, en una persona, para muchos, es un defecto. En una economía, sin embargo, es una gran virtud, al menos en algunas de sus variables. Veámoslo con un ejemplo.

Si una persona decide ahorrar durante dos años para comprar un coche que cuesta 10.000 unidades monetarias, ya está haciendo una previsión de futuro. Si dentro de dos años se encuentra con que el mismo coche ya no cuesta 10.000, sino 15.000, tendría que hacer un esfuerzo adicional que quizás no se pueda permitir.

Además, puede que la inflación sea muy alta y en dos años esos 10.000 ya no permitan comprar un coche sino como máximo una motocicleta. En esas condiciones, es probable que esa persona desista de ahorrar y prefiera comprar a crédito todos los bienes de consumo duradero.

Por otra parte, la persona que compra un coche lo hace dando por supuesto que podrá utilizarlo en los próximos años en las mismas condiciones. En cambio, si continuamente cambian los impuestos sobre el combustible, o cada año se aprueban nuevas restricciones para circular por la ciudad, es probable que se lo piense dos veces antes de realizar esa inversión.

Por lo tanto, parece evidente que detrás de toda inversión es necesaria una cierta estabilidad, tanto económica como regulatoria.

El efecto crowding out, cuando el Estado absorbe la inversión

En Suecia hay más progresividad fiscal que en Argentina, pero a cambio el 89 % del crédito va para el sector privado

Por último, también es importante señalar que el gasto público también puede frenar la dinámica descrita entre ahorro e inversión.

Todos sabemos que para financiar el gasto público el Estado necesita recaudar impuestos, y que al hacerlo, se reduce la renta disponible de familias y empresas. Por ello, todos los impuestos (especialmente los progresivos) reducen la capacidad de ahorro de la economía.

Es el caso, por ejemplo, de Suecia, un país famoso por su progresividad fiscal. Sin embargo, gracias a que el déficit público es muy reducido, el efecto sobre la inversión privada queda amortiguado. En otras palabras, podemos decir que si bien los suecos no ahorran todo lo que podrían por culpa de los impuestos, casi todo el dinero que sí consiguen ahorrar se convierte en inversión para el sector privado.

En pocas economías hispanas hay impuestos tan progresivos como en Suecia, pero, sin embargo su ahorro no revierte en el sector privado. Una de las razones principales es que algunos Estados viven en un déficit crónico y deben lanzar grandes subastas de deuda pública ofreciendo tipos de interés más altos que los del mercado. Lo que significa que, cuando un trabajador consigue ahorrar algo de dinero en su cuenta, lo más probable es que el banco use ese dinero para comprar deuda pública.

Captura 3

Así, muchas empresas encuentran dificultades para financiar proyectos de inversión, ya que la mayor parte del ahorro nacional se destina a financiar el gasto corriente del Estado. En la gráfica superior podemos poner algunas cifras a este ejemplo. Como podemos observar, en 2022 el Estado se llevaba el 79 % del crédito total en Argentina y el 51 % en Brasil y México, mientras que en Suecia esa cifra apenas llegaba al 11 %.

Este efecto de desplazamiento sobre la inversión privada, también llamado crowding out, es uno de los problemas crónicos de las economías en Hispanoamérica. Un tema quizás olvidado en el debate público, pero fundamental a la hora de entender las dificultades de la región para crecer.

¿Qué podemos esperar en el futuro?

A veces es importante alejarse del debate de las cuestiones del momento y analizar las consecuencias a largo plazo de las propuestas económicas

La intención de este artículo no es hacer predicciones, sino dar a nuestros lectores herramientas para que ellos mismos puedan hacer su propio análisis de la realidad. En este sentido, los puntos mencionados nos proporcionan algunos elementos básicos para observar el panorama que se presenta ante las economías del mundo hispano.

Dejemos de lado por un momento las cuestiones meramente coyunturales. El enfriamiento de los mercados de materias primas y la subida de tipos de interés en Estados Unidos son amenazas potenciales a corto y medio plazo, eso es cierto. Pero no es menos cierto que esa situación puede revertirse en un futuro no muy lejano. Y no olvidemos que los países que hoy son ricos también pasaron por contextos difíciles, pero ello no impidió un proceso sostenido de crecimiento económico.

Pensemos mejor en la dirección de la política económica de nuestra región desde hace décadas y en los efectos sobre las cuestiones de fondo que hemos mencionado. Por ejemplo, si el banco central de un país comienza a emitir billetes de forma indiscriminada, parece evidente que no va a existir la estabilidad de precios que mencionamos anteriormente. Si un cambio de gobierno supone un fuerte aumento de los impuestos, seguramente la estabilidad regulatoria se verá comprometida.

Por ello, ante cada medida debemos preguntarnos, ¿qué impacto puede tener en el crecimiento económico? Ante una medida determinada, ¿permitirá que la gente pueda ahorrar e invertir más, o menos que antes? Si bajo un gobierno tengo más problemas que antes para ahorrar, ¿no podemos suponer que los demás también los tendrán, y que a largo plazo la economía crecerá menos?

Por ello, a veces es importante alejarse del debate de las cuestiones del momento y analizar las consecuencias a largo plazo de lo que se propone. Mientras tanto, desde Economipedia seguiremos dando a nuestros lectores todas las herramientas para que ellos mismos puedan analizar, debatir y sacar sus propias conclusiones.

  • Actualidad
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La influencia de China sobre Hispanoamérica, ¿cómo nos afecta?

Desde los primeros años del siglo XXI, el aumento de la influencia de China sobre Hispanoamérica ha sido una constante, y se ha escrito mucho sobre las implicaciones económicas de este fenómeno. Pero, ¿cómo nos impacta en nuestra vida diaria? ¿Pueden nuestras finanzas personales verse afectadas por lo que pasa en China?

Los datos de la influencia china

El valor del intercambio comercial se multiplicó por 15 entre 2003 y 2021

Lo primero que debemos señalar al respecto es que los lazos económicos entre Hispanoamérica y China son un fenómeno creciente. Recordemos que, en el año 2003, el valor total de los bienes y servicios intercambiados apenas superaba los 29.221 millones de dólares. En 2019, esa cifra había escalado hasta los 307.939 millones. Un crecimiento que ni siquiera la pandemia ha podido frenar: según algunas estimaciones, en 2021 el valor total ya llegaba a los 451.591 millones.

En materia de inversiones también ha habido un crecimiento muy importante, aunque a un ritmo menor. De esta manera, a lo largo de las dos primeras décadas del siglo XXI han sido muchos los proyectos de infraestructura llevados a cabo con capital chino, especialmente en Venezuela, Brasil, Argentina y Ecuador. Los inversores del país asiático también han alcanzado otros sectores como la energía y la alimentación.

La importancia de China como cliente

Más producción china significa más consumo de materias primas y, por lo tanto, mayor demanda de las exportaciones regionales

A primera vista, la forma más evidente de influencia de China es su condición de segunda compradora de los bienes exportados por la región. Tengamos en cuenta que, con más de 1.400 millones de habitantes y el tejido industrial más potente del mundo, la economía china necesita importar cada año enormes cantidades de materias primas. Por ello, las empresas del país asiático han mostrado un especial interés por fortalecer sus vínculos comerciales con las economías hispanoamericanas, generalmente ricas en minerales, combustibles y alimentos.

Por ello, si los mercados domésticos chinos crecen, la repercusión en nuestra región puede ser determinante. Más producción china significa más consumo de materias primas, y por lo tanto mayor demanda de las exportaciones regionales. Este aumento de la demanda suele presionar al alza los precios de venta al exterior, lo que aumenta la entrada de divisas y estimula la producción y el empleo en los países exportadores.

En consecuencia, podemos decir que para los habitantes de la América hispana, suele notarse una clara mejoría cuando la economía china funciona bien. En el periodo 2008-2015, de hecho, la fortaleza de China permitió mantener la demanda internacional de materias primas y revertir el hundimiento de los precios. Gracias a ello, hasta 2015 en algunos países de la región daba la impresión de que la crisis de 2008 ni siquiera había llegado, mientras Europa y Estados Unidos todavía no habían podido recuperarse de ella.

¿Hacia una nueva dependencia?

En economías de mucho peso en la región como Brasil o Chile, aproximadamente un tercio de las exportaciones se dirigen hacia China

Sin embargo, el crecimiento de China como socio comercial no solo ha traído crecimiento económico. En un continente donde tradicionalmente el principal destino de las exportaciones era Estados Unidos, la aparición de un nuevo cliente ayuda a amortiguar el impacto de la economía norteamericana sobre los países vecinos.

En otras palabras, si la economía de Estados Unidos se ralentiza o su gobierno impone medidas proteccionistas, los exportadores hispanoamericanos pueden redirigir sus productos al mercado chino. En principio, esa diversificación debería ayudar a reducir la volatilidad del sector exterior en la región. Ayudando, así, a que sus habitantes disfruten de ciclos económicos más estables, y menos sujetos a cambios abruptos en los mercados internacionales.

De hecho, eso es lo que ha ocurrido durante la crisis del COVID, de acuerdo a un informe de CEPAL en 2021. Según los datos aportados, mientras en 2020 las exportaciones a Estados Unidos se reducían un 11%, las dirigidas a China crecían un 1%. En 2021, los importadores norteamericanos reanudaron sus compras (creciendo un 19 %), pero otra vez por debajo del dinamismo de los chinos (35 %).

Las cifras del sector exportador

En Chile, el auge de la producción minera se explica, en gran parte, por la creciente demanda china

Exportaciones Latinoamerica China3

Todo ello ha sido posible gracias a que, como observamos en el mapa, China ya es el segundo destino de las exportaciones hispanoamericanas. Con más del 16 % de cuota de mercado, aún se encuentra lejos de Estados Unidos a nivel global, pero en algunos países ya se encuentra en primer lugar. Y no hablamos solo de Cuba o Venezuela, sino de economías de mucho peso en la región como Brasil o Chile.

Para Brasil, las exportaciones a China son un impulso clave para sectores como la soja, la minería y la extracción de petróleo. En Chile, el auge de la producción minera se explica, en gran parte, por la creciente demanda china. Los argentinos, por su parte, siguen las noticias sobre la exportación de soja a China como algo fundamental para que ingresen divisas al país y se atenúe la constante devaluación del peso.

De hecho, se trata de un fenómeno que ha cambiado con tanta rapidez el panorama económico regional que algunos analistas han expresado su preocupación al respecto. Según su punto de vista, existe el riesgo de que en algunos países se pueda generar una dependencia hacia la economía china. De esta manera, en lugar de diversificar socios comerciales, simplemente se estaría sustituyendo la dependencia hacia Estados Unidos por otra hacia el país asiático.

Este podría ser el caso de Chile, Brasil, Perú o Venezuela, pero no se puede generalizar a toda la región. Como podemos observar en el mapa, en Centroamérica, México y el área caribeña la posición de China como compradora sigue siendo minoritaria.

El predominio del «Made in China»

Un aumento de las importaciones desde China puede ayudarnos a comprar productos de más variedad, mejor calidad o menor precio

Por otra parte, sería un error limitar la influencia de China a una mera compradora de nuestras exportaciones. De hecho, la primera economía asiática juega un rol fundamental como proveedora de toda clase de bienes, desde dispositivos electrónicos hasta máquinas industriales.

Por ello, un aumento de la producción china dirigida a exportaciones puede beneficiarnos, en la medida en que ello genera más competencia en los mercados internacionales. Traducido a nuestra economía personal, puede ayudarnos a comprar productos importados de más variedad, mejor calidad o menor precio.

Por el contrario, si la producción china se estanca, podemos notar que los productos importados se vuelven más difíciles de conseguir o suben de precio.

La chequera del gigante asiático

Los mercados de la región son una oportunidad de inversión para una economía como la china, que genera grandes excesos de capital para colocar en el exterior

Otra de las áreas más importantes de las relaciones económicas entre Hispanoamérica y China es la inversión. Recordemos que, al tratarse de un país que cada año exporta mucho más de lo que importa, la economía china acumula enormes saldos en moneda extranjera. Este capital, que en parte se reinvierte en China, también se invierte en otros países, especialmente en Asia, África, Centro y Sudamérica.

Para los países receptores, la llegada de capital extranjero suele ser una oportunidad para mantener los niveles de inversión que necesita la economía. Recordemos que para que los salarios reales y el empleo puedan crecer de forma sostenida, es necesario que aumente la productividad. Y para que esto ocurra, normalmente, hace falta inversión.

El problema es que cuando en una economía no hay capacidad de ahorro, no hay capital para invertir y, por lo tanto, no se puede crecer. Por ello, la llegada de inversiones extranjeras puede romper ese círculo vicioso e impulsar el crecimiento.

A nivel personal, podemos ver algunas mejoras económicas conseguidas gracias a las inversiones chinas en la región. Como comentábamos antes, la mayor parte de ellas está relacionada con proyectos de infraestructura. Sin embargo, y al contrario de lo que ocurre con los intercambios comerciales, el volumen de capital invertido todavía es demasiado bajo como para ver cambios económicos a gran escala.

El papel de la política monetaria

Para las personas que viven en Argentina, Brasil y Chile, los swaps han supuesto un freno a la devaluación que podrían haber sufrido en ausencia de estos acuerdos

Donde sí podemos ver un impacto muy directo sobre nuestras finanzas personales es en la política monetaria. Los casos más paradigmáticos son los de Argentina, Brasil y Chile, cuyos bancos centrales han firmado acuerdos de swap de divisas con bancos chinos. Con la idea, en principio, de fortalecer sus reservas internacionales y estabilizar sus monedas.

Aquí el impacto en nuestro día a día es más visible, porque afecta la cotización de la moneda. Para las personas que viven en Argentina, Brasil y Chile, los swaps han supuesto un freno a la devaluación que podrían haber sufrido en ausencia de estos acuerdos. Efectos como la pérdida del valor de los ahorros o el encarecimiento de los bienes importados se han visto, así, mitigados.

Evidentemente, el alcance de estos acuerdos no ha sido suficiente para impedir la devaluación del peso argentino ni del peso chileno. Pero sí ha conseguido amortiguarla, al menos si comparamos el escenario actual con uno donde no se hubiera firmado un swap de divisas.

¿Beneficio mutuo o dependencia?

Desde productos «made in China» hasta nuevas líneas de trenes, la influencia china en nuestra economía es cada vez más visible

En conclusión, podemos decir que los lazos entre China y las economías hispanoamericanas no han dejado de fortalecerse a lo largo del siglo XXI. Cada año el flujo de bienes y servicios intercambiados crece, y las inversiones chinas siguen llegando. Y a través de los acuerdos de swap de divisas, ni siquiera los bancos centrales son ajenos a este proceso.

Como es natural, estas relaciones económicas van teniendo un impacto sobre nuestra economía personal que podemos observar todos los días. Desde los productos «made in China» hasta la creación de puestos de trabajo gracias al auge exportador, pasando por nuevas líneas de trenes o presas hidroeléctricas.

Sin embargo, tampoco debemos olvidar que también hay voces críticas hacia este proceso. Como hemos comentado, existe una preocupación de que en algunos países no se esté diversificando el sector exterior. En su lugar, solo se estaría sustituyendo la dependencia hacia Estados Unidos por la dependencia hacia China.

En cualquier caso, podemos afirmar que lo que ocurre en la mayor economía de Asia cada vez tiene un impacto mayor en el resto del mundo, y especialmente, en nuestra región. Por ello, desde Economipedia nos comprometemos a seguir informando a nuestros lectores sobre lo que pasa en el mundo y su impacto sobre nuestras finanzas personales.

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¿Vas a ser más feliz si consigues más dinero?

Es una pregunta que todos nos hemos hecho alguna vez, y que la Humanidad lleva haciéndose desde el principio de los tiempos. ¿Tener más dinero nos hace ser más felices? ¿Qué dicen los estudios al respecto?

Dinero y felicidad

No tiene sentido asignar una correlación matemática a una variable imposible de cuantificar, como la felicidad

Para empezar, tenemos que descartar una relación lineal entre dinero y felicidad, como si se tratase de dos variables matemáticas. La razón es sencilla: el dinero es una variable cuantitativa, mientras que la felicidad es cualitativa.

Además, el dinero puede medirse fácilmente, pero la felicidad no. Por lo tanto, parece absurdo intentar establecer una relación matemática entre dos variables, cuando una de ellas no es cuantificable.

Por ello, los estudios que se han hecho al respecto siempre intentan encontrar algún criterio que nos permita estimar, aún con muchas imperfecciones, la felicidad de las personas.

¿Se puede medir la felicidad?

La mayoría de los indicadores sobre felicidad suele combinar criterios objetivos y subjetivos

A veces, estos criterios son objetivos, basados en variables perfectamente cuantificables como el PIB per cápita, el nivel de educación o la esperanza de vida. El índice de desarrollo humano (IDH), que agrupa estas 3 variables, es un ejemplo de ello, como intento de medir la calidad de vida de la población.

Si atendemos a estos criterios, las personas que mejor viven son aquellas que disfrutan de mejores condiciones materiales. Si el IDH fuera un indicador fiable de la felicidad, podríamos decir que si aumenta nuestra renta per cápita, vivimos más años o seguimos estudiando, seremos más felices.

Por el contrario, hay criterios relativos que se basan en la percepción de las personas sobre su propia felicidad. En ocasiones consiste en pedir a los encuestados que pongan una puntuación a su nivel de felicidad. Otras veces, se mide la frecuencia con la que aparecen señales como la risa o el estrés.

Por último, existen indicadores de felicidad que combinan ambos tipos de criterios. La ONU, por ejemplo, elabora todos los años un Informe Mundial sobre la felicidad. En él, los países son puntuados en un ranking de acuerdo a los siguientes criterios: PIB per cápita, ayuda social, esperanza de vida, libertad, generosidad y percepción sobre la corrupción.

La Felicidad Nacional Bruta (FNB) es otro intento de combinar criterios objetivos y subjetivos para medir la felicidad de una sociedad. Sin embargo, no faltan las voces críticas con estos índices, cuestionando que pueda existir una «felicidad social». También critican que el establecimiento y ponderación de los criterios no dejan de ser una decisión arbitraria, que no tiene por qué ajustarse a la felicidad de cada persona.

¿Más dinero, más felices?

A partir de los 75.000 dólares, según un estudio, ya no se observa un aumento de la felicidad a medida que ganamos más dinero

Ya hemos visto que la medición exacta del nivel de felicidad es imposible. Incluso su estimación, siempre imperfecta, es muy difícil y polémica. Veamos ahora qué nos dicen los estudios sobre la felicidad y su relación con el dinero.

En 2010, un estudio de los premios Nobel Daniel Kahneman y Angus Deaton afirmaba que la felicidad de las personas tiende a aumentar hasta los 75.000 dólares. A partir de ese límite, según los resultados publicados, deja de apreciarse una mejora de la felicidad cuando crece el nivel de ingresos. En 2018, un estudio similar publicado en Nature Human Behaviour subía este punto de inflexión hasta los 95.000 dólares anuales.

Estos estudios indican que un nivel de ingresos bajo suele estar relacionado con un riesgo mayor de caer en situaciones como divorcio, estrés, soledad y problemas de salud. Por lo tanto, según las conclusiones publicadas, un aumento de los ingresos, hasta cierto límite, nos permite reducir la incidencia de estos problemas, y, por lo tanto, nos ayuda a ser más felices.

De acuerdo a estos estudios, en consecuencia, podríamos decir que el dinero da la felicidad hasta cierto límite. Si así fuera, la solución a la infelicidad de muchas personas pasaría simplemente por ganar más dinero.

Los millonarios no son siempre más felices

Según un estudio de la Escuela de Negocios de Harvard, los millonarios que han heredado su fortuna son menos felices que quienes han ganado su propio dinero

Ese límite de 75.000 o 90.000 dólares, a partir del cual ya no se percibe un aumento de la felicidad, parece ser consistente con otras investigaciones al respecto. Un estudio de la Escuela de Negocios de Harvard (The Happiness of Millionaires, 2018) señalaba que de una muestra de 4.000 millonarios encuestados, el 26,8 % consideraba que para ser completamente felices, su riqueza debería incrementarse un 1.000 %. En esa misma encuesta, solamente un 12,9 % declaró que no veía necesario aumentar su patrimonio para llegar a una felicidad plena.

Sin embargo, el mismo estudio también indicaba que cuando la riqueza es heredada, la relación entre dinero y felicidad se invierte. En otras palabras, para los millonarios que no han ganado su propio dinero, la felicidad se iría reduciendo a medida que crece la herencia.

Este dato es interesante, porque introduce un factor cualitativo como la satisfacción personal de saber que nos hemos ganado lo que tenemos.

Por lo tanto, ni siquiera los estudios favorables a la hipótesis de que el dinero da la felicidad defienden una relación directa y absoluta entre ambas variables. Y como veremos, esta postura es inconsistente con otros datos, como la incidencia de los suicidios en comparación con el nivel de renta.

Los países más tristes del mundo

Se observa una correlación positiva entre el bienestar material de una sociedad y la tasa de suicidios

Como hemos comentado, el estudio de Kahneman y Deaton concluye que tener dinero puede hacernos más felices en la medida en que reduce el riesgo de caer en situaciones de soledad, estrés, etc. Pero se trata de un estudio limitado a 1.000 residentes en Estados Unidos, y que tampoco tiene en cuenta uno de los indicadores más claros de la felicidad de una sociedad: la tasa de suicidios.

Dinero Felicidad

En la gráfica superior podemos observar un estudio comparativo de 30 países entre su posición en el ranking del Informe Mundial de Felicidad de la ONU y el número de suicidios por 100.000 habitantes. Tengamos en cuenta que en los parámetros de las Naciones Unidas se incluyen también criterios subjetivos, además de la renta per cápita, pero aun así los resultados son concluyentes.

La línea de tendencia ascendente nos indica que, a medida que un país pierde posiciones en el ranking de felicidad, también lo hace en el de suicidios. Por el contrario, a medida que se ubica entre los países más felices del mundo, escala posiciones en la tasa de suicidios por cada 100.000 habitantes.

En otras palabras, parece como si hubiera una correlación entre la tasa de suicidios y el bienestar material de una sociedad, lo cual contradice todos los estudios que hemos mencionado. ¿Cómo podemos entender esta paradoja?

Pobres en países ricos, ricos en países pobres

La riqueza por sí sola no es la causa de los suicidios, pero tampoco consigue evitarlos

Ya sabemos que la correlación no implica necesariamente causalidad. En este caso, el hecho de que en los países más ricos haya más suicidios no significa que la riqueza sea la causa de los mismos.

Sin embargo, esta correlación sí nos permite descartar una causalidad en sentido contrario. Desde luego la riqueza por sí sola no es la causa de los suicidios, pero tampoco consigue evitarlos. Por lo tanto, no podemos afirmar que el hecho de tener más dinero nos va a hacer más felices. Veámoslo con un ejemplo.

En Europa y Estados Unidos, la tasa de suicidios suele ser más alta en los niveles más bajos de renta. Problemas como el desempleo, la drogadicción o el alcoholismo tienen una mayor incidencia, según las estadísticas, en los barrios pobres, y ello da lugar a que haya más personas expuestas al drama del suicidio. Por lo tanto, y siguiendo esta lógica, parece que sí habría una relación entre dinero y felicidad.

Sin embargo, este razonamiento no se sostiene cuando observamos los datos. Pongamos como ejemplo dos países, uno con renta alta y muchos suicidios (Suecia) y otro con renta baja y pocos suicidios (Honduras).

En Suecia, los barrios pobres presentan tasas de suicidio más altas que los barrios ricos, con una media nacional de 14,7 por cada 100.000 habitantes. En Honduras, la tasa es de apenas 2,1.

Pero aquí viene lo interesante: la renta media de un hondureño es de poco más de 2.400 dólares al año, lo que en Suecia lo colocaría en los grupos de renta más baja. En otras palabras, muchos suecos pobres son más ricos que un hondureño de renta media, pero, sin embargo, tienen un riesgo de suicidio 7 veces mayor. ¿Cómo podemos decir entonces que el dinero da la felicidad?

El dinero no nos hace más felices

Los pobres de países ricos son más infelices que las personas de renta media de los países pobres, aún teniendo un nivel de bienestar similar

En resumen, no parece que haya ninguna evidencia definitiva de que tener más dinero hace más felices a las personas. Por ello, volvemos a la dificultad que planteábamos al principio del artículo: la riqueza solo tiene una dimensión material y es cuantificable, mientras que la felicidad no es ninguna de las dos cosas.

Es cierto que hay estudios que apuntan a que determinados problemas están más presentes en los grupos de rentas más bajas. Pero, como hemos visto, muchos de ellos se han hecho analizando a las personas de un solo país. Por ello, nos son capaces de explicar por qué los pobres de países ricos son más infelices que las personas de renta media de los países pobres, aún teniendo un nivel de bienestar similar.

En conclusión, no podemos decir que exista ningún tipo de correlación entre felicidad y dinero, mucho menos de causalidad. Por ello, quizás debamos buscar la respuesta en factores no materiales como las relaciones sociales, la cultura, la religión, los valores morales o el estilo de vida para entender por qué las personas parecen ser más felices en unos países que en otros.

La propia ciencia económica, al tener como objeto de estudio la acción humana, también va mucho más allá del dinero, aunque a veces se la relacione solo con estadísticas y gráficas. Por ello, más que analizar números, la economía consiste, ante todo, en entender a las personas.

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